jueves, 20 de marzo de 2008

Los Parhelios

Parhelios

Los parhelios son un fenómeno atmosférico causado por el Sol. Se trata de uno o dos pequeños resplandores que se forman a ambos lados del Sol cuando hay cirros, esas nubes con aspecto de "filamentos" o de "copos de algodón". Estas nubes se caracterizan por contener pequeños cristales de hielo que refractan los rayos del Sol, es decir, desvían angularmente parte de esos rayos, formando así los parhelios. Estos se ven entonces como si fuera un Sol tras las nubes, aunque menos brillante que el Sol real.
En la siguiente imagen se ve el aspecto que pueden tener:



Como hemos dicho no siempre se ven los dos parhelios; muchas veces sólo hay cirros en un lado del Sol y sólo se forma uno. En realidad, como se intuye en la foto, los parhelios son solamente los puntos más luminosos de un halo irisado que rodea al Sol.
No siempre tienen el mismo aspecto. A veces los parhelios hacen parecer que uno se encuentra en un planeta con dos soles, como me ocurrió a mí en la primavera de 1980; otras o consecutivamente aparecen como una mancha luminosa redonda, como un Sol menos brillante; otras veces aparecen más alargados en sentido vertical y/o se descomponen en los colores del arco iris.
Cuando uno se entera de la existencia de los parhelios y comienza a estar atento a ellos, se da cuenta de que se ven con más frecuencia de lo esperado. Se pueden ver sobre todo al atardecer o por la mañana, cuando el Sol está bajo sobre el horizonte.
Los parhelios aparecen exactamente a 22° del Sol, debido al ángulo con que son refractados los rayos luminosos. Para encontrar este punto del cielo, podemos hacer lo siguiente: colocamos el brazo totalmente extendido hacia adelante y abrimos la mano, como se observa en la foto.
Cuando tapemos el Sol con la punta del dedo pulgar, el parhelio debería estar aproximadamente donde indica la punta del meñique (como si midiéramos un "palmo" en el cielo). Si en ese punto hay cirros, es posible que se forme un parhelio. (Esto, tanto a la izquierda como a la derecha del Sol). La palabra parhelio proviene del griego (para-helios) y se puede interpretar como "junto al Sol" o "compañero del Sol".
En ocasiones bastante raras se produce un "paraselenio"... o parhelio lunar, que se forma análogamente pero de noche y con la Luna llena en lugar de con el Sol. Como podemos observar en el dibujo, la luz sufre dos refracciones cuando atraviesa un cristal de hielo columnar, el rayo se refracta cuando entra en el cristal de hielo y una vez más cuando lo deja. Por tanto las dos refracciones desvían la luz en un ángulo de 22° de su dirección original, produciendo un anillo de luz que será observado a 22° del sol o del a luna.


El fenómeno aparece documentado desde la Antigüedad. Por ejemplo, en el libro primero de La República de Cicerón, los personajes entablan un diálogo de tipo filosófico y de contenido político. El diálogo debe ubicarse en el año 129 a.C. Al inicio del mismo, uno de los personajes pregunta a sus contertulios qué les parece el fenómeno que por esos días se ha observado en Roma, llamado "parhelio", al cual hacen referencia como el fenómeno que permite observar, a simple vista, "dos soles".
Este fenómeno aparece documentado también por Arato (med. s. III a.C.), en los Fenómenos, por Ptolomeo en varias de sus obras, por Séneca (s. I d.C) en Cuestiones Naturales y en Los Meteorológicos de Aristóteles (s.IV a.C.). Aquí el autor nos suscita admiración no solo por el afán declarado de ajustarse a observaciones objetivas, sino sobre todo por la exactitud de ciertas explicaciones, como la del arco iris. Este tratado se puede fijar bastante bien en el tiempo, gracias a dos fecha claras que nos ofrecen sin duda referencia explícita, como la viva descripción que hace del incendio del templo de Ártemis en Efeso, haciendo suponer que la redacción es posterior al 356, año del incendio, hay otra referencia que fija todavía más la fecha, aquella que describe la aparición de un cometa el año 341. Este tratado que comienza con la explicación de la doble exhalación, dedicando el libro tercero a la consideración detallada de varios fenómenos de reflexión óptica: Los halos, el arco iris, los parhelios y lo que Aristóteles llama «bastones». Aquí las explicaciones se basan en las «demostraciones sobre óptica». En el caso de los fenómenos meteorológicos que va a explicar, el «espejo» es la superficie continua que forman las gotas de agua que encierran las nubes; con la particularidad de que, al ser miles de espejos minúsculos éstos no devuelven la imagen, sino sólo el color. Empieza explicando el halo y posteriormente el arco iris, cuyo origen explica detalladamente Aristóteles en la reflexión de nuestra vista; y, luego, la causa de los colores que en él aparecen así como el doble arco iris con los colores dispuestos en orden inverso. Una rigurosa explicación de carácter geométrico disipa las dudas que pudiéramos albergar sobre por qué el iris, al contrario que el halo, no puede ser mayor de un semicírculo. Y finalmente se nos indican las épocas y horas del día en que se producen... «Del arco iris, en cambio, nunca hay un círculo ni su segmento es mayor que un semicírculo: tanto al ponerse el sol como al salir, el círculo es mínimo y la curvatura máxima; pero cuando se va levantando más, su círculo es mayor y menor la curvatura».
Los «bastones» y parhelios, igualmente fenómenos de reflexión, son comentados menos extensamente, aunque con rigor... «Los parhelios y bastones surgen siempre a los lados del sol no por encima ni en dirección a la tierra, ni en la zona opuesta; tampoco de noche, sino siempre alrededor del sol y, sobre todo, cuando se levanta o se pone. Por lo general, ocurren al atardecer y raras veces a mediodía, como sucedió una vez en el Bósforo: dos parhelios que se levantaron con el sol duraron un día completo hasta el ocaso».
En época moderna este fenómeno meteorológico, fue descrito en el año 1630 por Scheiner, no ha dejado de impresionar a las imaginaciones calenturientas. Incluso, como no eran comunes los OVNIS, se ha buscado en él la explicación a las cuatro ruedas celestes que vio Ezequiel junto a cuatro querubines.

Añadiré más datos sobre los comentaristas clásicos de estas inquietantes apariciones luminosas. En el caso del poeta Virgilio en La Envida narra que: [71-19], Didon, ", ve resplandecer en el cielo dos soles y, con ellos, dos Tebas. Plinio, contemporáneo de Séneca, señala, por su parte, los siguientes meteoros fantasmales:
«A veces pueden verse varios soles al mismo tiempo... Nuestros padres vieron el espectáculo de tres soles bajo consulado de Macius y Póstumo, y bajo Marcus y Porcus. Nuestro siglo ha visto el mismo fenómeno bajo reinado de Claudio...
También fueron vistas tres lunas bajo el consulado de Fannus y Demetrio; recibieron el nombre de sol nocturnos».


La aparición de fenómenos meteorológicos raros, era considerado como augurios maravillosos y terribles. Se apuntaban en los anales de prodigios. Julius Obsequen cuenta que en el año 204 a.C. se vieron, entre otras cosas, dos soles en Alba; en 181, tres soles y tres lunas en Galia; en Roma, en el año 172, un arco con una flecha en el cielo, apuntando al templo de Saturno y, al mismo tiempo, tres soles brillantes.


Los parhelios tienen un carácter significante entre los Nativos Americanos. Ellos lo bautizan como «El Perro del Sol». Por ejemplo para los Hopis la Rueda del Arco Iris surgirá en la forma de un ‘Perro del Sol’ hacia todos aquellos que estuvieren listos para verla. El Perro del Sol forma un Círculo del Arco Iris completo en torno del sol y posee blancas luces brillantes apuntando hacia las Cuatro Direcciones.

 

Este nombre, “sundog”, ahora, es usado por los científicos del mundo entero. La visión reiterada de los perros del sol, es un indicio, entre los Hopis, del comienzo del Tiempo del Búfalo Blanco. Una profecía dice: «Una señal aparecerá; muchos Perros del Sol serán vistos cuando se aproxime el Tiempo. Está será la forma que el Cielo usará para decirnos que ya llegó el momento de reconocer las Enseñanzas Secretas y Sagrados entre todas las razas. Muchos hijos de la Tierra despertarán para asumir la responsabilidad de la Enseñanza y el proceso de Curación Planetaria comenzará a tener nuevo impulso.

Una canción Hopi dice:
"Rueda del Arco Iris, dadora de vidaCon tus lluvias purificadoras Uniendo todas los colores, los Hijos de la TierraVolverán a andar en PazRueda del Arco Iris, anuncias que tus Guerreros ya están en pie.Las hermanas y hermanos en armonía con tu luz en sus ojos.Rueda del Arco Iris toca nuestros corazones, y por cierto volaremos.No solos o separados, nuestros colores volarán piando en el cielo.” La Diosa de la Rueda del Arco Iris llega de las Cuatro Direcciones y gira como una swástica, de manera a cubrir todos los puntos cardinales.
El lado de fuera del Circulo Sagrado es protegido por otra Diosa de la Rueda del Arco Iris, que se inclina en el Espacio, creando con su propio cuerpo un cáliz que recoge la lluvia y protege todo el círculo.
El símbolo, ya sea el arco iris o los parhelios, de alguna manera participa de la naturaleza de lo simbolizado. El parhelio y el arco iris como símbolo tiene su propio poder, que deriva de lo simbolizado, y adquiere una cualidad inherente que es eficaz incluso fuera del contexto original. A diferencia del signo convencional, el símbolo en general posee gran universalidad.
Parece ser que nacer durante un parhelio tiene un carácter significativo en el taoismo. En la tradición china se cuenta, sobre el sabio Lao Tzu, que en la noche en que fue concebido, su madre vio a un niño envuelto por el sol, la luna y las nubes y también que en la mañana de su nacimiento, tres soles salieron desde el este.

Los Padres de la Iglesia han comparado al arco iris a un velo o una sombra que permite ver al sol increado sin deslumbrarse. Sobre la frase del arcángel Gabriel: «El Espíritu Santo descenderá sobre ti, y la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra», San Bernardo comenta: «La virtud del Altísimo hará sombra a la Virgen, a fín de que esta águila singular no se viera deslumbrada por excesivo resplandor y no pudiera soportar el fulgor de la divinidad. Por tanto, la cubrirá con su sombra, para que con la interposición de la carne vivificante pudiera ver al Verbo en la carne, al sol en la nube….»
También es símbolo de la encarnación pues así como los colores contenidos en la luz blanca del sol -en la cual no son directamente perceptibles- se manifiestan en virtud de las materias que los filtran y los reflejan. Se podría decir que la contemplación de las Cualidades divinas es como la visión del arco iris, imagen invertida del sol sobre el velo de la lluvia.



En efecto, la Esencia pura e infinita jamás puede ser el "objeto" de la contemplación ni de la meditación. Sin embargo en la aproximación al arte sagrado es inevitable hacerse la pregunta que ya Juan Damasceno se hizo…« ¿Cómo hacer el icono de lo invisible, como dibujar aquello que no tiene cantidad, ni medida, ni límite, ni forma? ¿ Como figurar aquello que no tiene figura, aquello que nos es recordado místicamente?».
Cuando, como en el caso del arco iris y del Parhelio, la imagen no es ilustración sino teosofía especulativa, y de alguna forma se puede adquirir un conocimiento ontológico de la Encarnación y de la Trinidad. Como observamos en el emblema grabado por J.Boschius, el parhelio es símbolo de la Trinidad.



Los parhelios y el arco iris se produce por la interconexión de los dos elementos más opuestos y mutuamente excluyentes, que son el fuego y el agua, cuya complementariedad es imprescindible para mantener el dinamismo de la creación. Cuando ambos, el fuego y el agua se encuentran surge el estado de unión. En quienes se realiza este bautismo alcanzan el estado de iluminación y se vuelven perfectos. En la oración de la Acatista se le dice a la Virgen María: ¡Salve, conciliación de los contrarios!



Una consideración que podría tenerse en cuenta es que si, como anteriormente hemos dicho, en los parhelios los rayos luminosos del Sol son refractados por los cristales de hielo con un ángulo de 22°. Si tenemos presente que la revelación hebrea se conserva en la Torah, y esta mediante las combinaciones de 22 letras, se podría colegir que como en el parhelio en que se ve al “sol en la nube”, la divinidad se expresa en la Torah mediante 22 letras. No deja de tener sentido que además esta magnitud angular corresponde generalmente a un palmo si lo medimos con el brazo totalmente extendido hacia adelante y abriendo la mano, como se observa en la foto.


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