domingo, 7 de septiembre de 2014

La Y griega, la bivias o los dos caminos.


En la Biblia se lee: «Mis pensamientos no son vuestros pen­samientos, ni vuestros caminos son mis caminos» (Isaías 55,8). Así el «Camino» (derekh) se convirtió en una de las palabras preferi­das por los exegetas judíos centrada en el cumplimiento de la ley.


Mi pueblo está enfermo por su deslealtad. Ellos rechazaron los dones de Mi  Camino, porque confiaron en su  camino, no en el Mío, haciendo tratos con su mente; pero ahora la hora ha llegado, la hora de Mi Santo Camino, para glorificar el Cuerpo de Mi Hijo”.


Según el pensamiento chino tradicional, el camino que conduce a una meta se corresponde con el orden universal, la ley eterna y el sentido del ser. Este sentido es el que responde a las posibles traducciones de la palabra tao: cauce, camino, sendero, curso de la cosas, orden, ley, sentido. En el lenguaje cotidiano chino el «camino» se dice lu y se describe mediante la combinación de los signos «pie» y «cualquiera», mientras que para el tao, que se encuentra por encima del  mundo humano, se emplean los signos de «cabeza» y «marchar».
En Confucio el tao es la ley, por la que el cielo mantiene dentro del orden la naturaleza y la vida humana. Cuando la vida y conducta del hombre corresponde al tao, está en armonía con la ley universal y eterna.  Lao Tsé emplea el tao como expresión del fundamento del ser, como la realidad última y misteriosa, el punto de arranque y meta última de todos los caminos.



En el primitivo pensamiento griego aparece la imagen de los dos caminos, y por vez primera en el poeta Hesíodo enjuiciando el binomio antitético del bien y del mal:

“Los vicios te los puedes procurar en cantidades y sin ningún esfuerzo.
Su camino es corto y siempre quedan cerca de uno
Pero delante de la virtud los dioses inmortales han puesto el sudor.
Largo y empinado es el camino
que conduce al caminante hasta la misma”.

La letra Y era para los pitagóricos el signo de la discriminación y de la elección.   Las dos astas de la Y evocan las dos enseñanzas posibles contenidas en la misma letra: la vía de la izquierda o sentido siniestro; es la vía ancha por la que muchos se pierden. La otra, la de la derecha, es estrecha y espinosa, por ella unos pocos se salvan.  
 Esta letra Y, cuyas dos astas, una hacia la derecha y otra hacia la izquierda, simbolizan la discriminación lógica.  



En la Odisea, un Ulises que decía llamarse “Nadie” decide, junto a sus compañeros, clavarle en el único ojo al cíclope, la estaca que habían confeccionado en forma de Y.

El propósito de Pitágoras, que vivió en Crotona, en Italia meridional, y que fundó una sociedad filosófica, fue el reconducir a los hombres del camino ancho, por el que camina la multitud, al sendero estrecho y abrupto de la forma de vida que él tenía por buena. Para sus seguidores, los pitagóricos, el ypsilon pitagórico, la  llamada Y de Samos, se convirtió en un símbolo que expresa la idea de la bivias, del Bien y del Mal, en forma de un árbol con dos ramas en Y. Esto es así porque tras un primer trayecto común empezando por el arranque después se bifurca en el camino ancho del vicio (kakia) y en el estrecho de la virtud (arete). 


Sobre esto recordemos el mito de Heracles en la encrucijada.  Se cuenta que dos mujeres intentaban  seducir al joven héroe: una, dotada de una belleza sencilla y auténtica, le prometía el camino fatigoso de la virtud, mientras que la otra,  bella por el maquillaje, le ofrecía una vida en la  riqueza y el placer. Las dos mujeres representaban respectivamente la virtud y el vicio. Y el joven Heracles supo cuál de los caminos había de recorrer.



En las diferentes  tradiciones aparece  con distintas maneras la imagen del camino. San Agustín definió al hombre como homo viator, cual caminante y peregrino en marcha hacia el otro mundo. Todo camino tiene un final y reconduce a la infinitud espacial y temporal.
Para las religiones hinduistas el camino de la salvación (marga) es siempre un camino espiritual hacia la reunificación del yo individual (jiva) con el ser divino universal (atman), el cual se identifica a su vez con el absoluto eterno (Brahma). 

  Ese «Camino» o Derekh  aparece en el Nuevo Testamento con la característica  dual o camino bifurcado. Así la imagen de los dos caminos reaparece en el sermón de la montaña (Mateo 7,13s): «Ancha es la puerta y ancho el camino que conduce a la perdición, y son muchos los que marchan por él. Pero es angosta la puerta y estrecho el sendero que conduce a la vida, y son pocos los que lo encuentran.»


   En Jesucristo es Dios mismo el que ha venido hasta nosotros para mostrarnos el camino de la salvación. Punto culminante del simbolismo del camino en la Biblia es la autoafirmación de Jesús. «Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie llega al Padre sino por mí» (Juan 14,6). 

Intentaré recoger entre las diversas tradiciones la imagen de este símbolo que me intrigó al verlo en el escudo del Arzobispo Tomás  Crespo de Agüero. Este a partir del año 1727 dio especial impulso a la construcción de la capilla de San Juan Bautista en El Pilar.

  



En muchos textos del Nuevo Testamento era representado un árbol con dos ramas.  Estos también se encontrarán en el arte románico o en el gótico. Como ya hemos dicho, en la Y se pueden explicitar los dos caminos, estableciendo una desigualdad, una asimetría entre las ramas, la una más larga que la otra, alusión a las palabras de Cristo sobre la puerta estrecha o el camino angosto. En Lucas 13, 24-30, sólo se menciona la puerta estrecha: «Luchad por entrar por la puerta estrecha, porque, os digo, muchos pretenderán entrar y no podrán... 

   En la emblemática de los siglos  XVI-XVII el motivo de los dos cami­nos se representa también con la Y  el camino estrecho conduce a la recompensa de la corona, el camino ancho y malo termina en el fuego ator­mentador.



El viaje empie­za ya aquí y ahora, y para todos los peregrinos vale la palabra de Cervantes: «El camino es siem­pre mejor que la posada». El camino entendido como una ascensión o subida conduce siempre desde las tinieblas infe­riores a la luz superior.


El camino a Dios es un camino hacia la fuente (origen) y la luz (el cielo). Cualesquiera sean los símbolos visibles -escala, escalera, monte, torre-, el camino ha­cia Dios es siempre una ascensión (ascensus); pero, bien mirado, sólo es posible echando una ojeada a las estaciones del camino de la pasión, del camino que desciende hasta las profundidades del sufrimiento en la cruz (descensus) La ascensión humana en el fondo no es otra cosa que «la inversión de la bajada divina; la encarnación de Dios en Cristo es el modelo y fundamento que hace posible que los hombres puedan llegar a ser dioses. Sólo quien se abate hasta el polvo de la tierra puede volver a subir hasta los astros del cielo.



 La concepción que tienen los huicholes de la muerte es hasta cierto punto semejante a la de otros grupos mesoamericanos incluyendo a los antiguos aztecas. Cuando alguien muere, su alma realiza un viaje difícil y lleno de pruebas. La familia sigue el devenir de este a través del relato del mara'akame, que se mantiene observando todo. La primera parte de la ceremonia es una travesía que el difunto hace a través de su vida, la revive desde su nacimiento incluyendo todo lo que pasó, su niñez, sus trabajos, sus pecados, su matrimonio, etcétera. El mara'akame relata a los familiares todo lo que esta sucediendo, así que ellos pueden recordar al ausente. Después comienza el trayecto difícil.



la "Bivias" o doble camino. Las personas de corazón puro tomarán el camino de la derecha, mientras que los impuros irán por el de la izquierda. en la parte izquierda el difunto será empalado, golpeado, quemado, aplastado y beberá aguas estancadas. Así podrá volver al camino de la derecha, donde deberá apaciguar a un perro y un cuervo, probar que no ha comido carne de ningún animal sagrado y finalmente se reunirá con una oruga, símbolo de la primera experiencia sexual. A partir de ahí podrá reunirse con sus antepasados.



 El alma llega a un camino que se bifurca; el lado derecho es para aquellos que se portaron bien durante su vida, el izquierdo, para los que hicieron muchas cosas malas y para los mexicanos. Aquellos que toman el ultimo camino son castigados y purificados de muchas maneras: sumergidos en aguas hirvientes o quemados en el fuego; ya sean hombres o mujeres tienen que cargar todos los genitales de las personas con las que cometieron adulterio; hay que cruzar entre montañas y rocas que chocan. Después de esto pueden regresar y pasar al camino del lado derecho.

 















Pintura huichol con una representación del juicio. Las almas que llegan a una higuera se desprenden de sus ataduras sexuales, en forma de vaginas y penes de sus parejas anteriores. A cambio reciben los frutos de la inmortalidad. Después del banquete de higos, maiz, cerveza y peyote se baila alrededor del dios Sol Tatevari "Nuestro Gran Abuelo Fuego".

  Aquí comienzan las pruebas por las que tienen que pasar todos los individuos. El difunto se encuentra con un estanque que debe cruzar. Sin embargo, hay un perro que lo cuida, si el muerto fue malo el perro lo podrá atacar. Es por eso que los huicholes llevan ya sea tortillas para distraerlo, o un palo para golpearlo.



 El camino es agotador, debido a que la carga de los genitales es muy pesada. Después de atravesar la primera prueba, el hombre se encontrara con todos los animales a los que les hizo daño, los cuales se vengaran mordiéndolo y pateándolo. Si comió carne de tlacuache, animal sagrado que robó el fuego y que por lo tanto debe ser respetado, caerá en una trampa y será aplastado por una roca.
Cuando termina de pasar todas las pruebas, el difunto llega a donde están otros muertos y antepasados suyos esperándolo con alegría. Alrededor de un árbol hacen una fiesta en la que todos bailan y toman mucho tejuino.
Cuando ya están todos borrachos, el mara'akame aprovecha para acercarse y atrapar al muerto, el cual esta tan divertido que no quiere regresar. De cualquier modo el mara'akame lo arrastra ayudado de un espíritu, y entre ambos lo llevan hasta su familia, que lo esta esperando con comida, tabaco y todo lo que le gustaba al difunto.
Los familiares lloran y lo saludan. Después de un tiempo, el muerto y la familia lloran y se despiden, porque ha llegado el tiempo de la ultima partida. De cualquier forma, los vivos no pierden contacto con el muerto, ya sea porque este vuelva después de cinco años convertido en cristal de roca, o porque permanezca en el rancho de los muertos; los familiares siempre podrán entrar al ririki para adorarlo y dirigirse a él.