viernes, 31 de diciembre de 2010

Kábala y Ciencia de los Números

KÁBALA Y CIENCIA DE LOS NUMEROS*
Rene Guenon

* Publicado en “Le Voile d´Isis” , mayo de 1933. Retomado en Formes Traditionnelles et Cycles Cosmiques.


       Hemos insistido a menudo sobre el hecho de que las “ciencias sagradas” que pertenecen a una forma tradicional dada forman realmente parte integrante de ella, por lo menos a título de elementos secundarios y subordinados, lejos de no representar más que una especie de añadiduras adventicias que se habrían vinculado a ella más o menos marginalmente. Es indispensable comprender bien este punto y no perderlo nunca de vista si se quiere penetrar, por poco que sea, el verdadero espíritu de una tradición; llamar la atención sobre ello es tanto más necesario cuanto que bastante frecuentemente en nuestros días, en quienes pretenden estudiar las doctrinas tradicionales, se observa una tendencia a no tener en cuenta las ciencias de que se trata, ya sea a causa de las dificultades especiales para su asimilación, o porque, además de la imposibilidad de hacerlas entrar en el marco de las clasificaciones modernas, su presencia es particularmente molesta para todo aquel que se esfuerza por reducirlo todo a un punto de vista exotérico y por interpretar las doctrinas en términos de “filosofía” o de “misticismo”. Sin querer extendernos otra vez sobre lo vano de tales estudios “desde el exterior” y con intenciones completamente profanas, diremos, sin embargo, una vez más —pues vemos lo oportuno de ello cada día, por decirlo así— que las concepciones deformadas a las que inevitable conducen, son ciertamente peores que la simple y pura ignorancia.


A veces incluso sucede que ciertas ciencias tradicionales desempeñan un papel más importante que el que acabamos de indicar, y que, además del valor propio que poseen de por sí en el orden contingente, son tomadas como medios simbólicos de expresión para la parte superior y esencial de la doctrina, tanto es así que ésta se vuelve totalmente ininteligible si se pretende separarla de ellas. Es lo que se produce particularmente, en lo que concierne a la Kábala hebrea, con la “ciencia de los números”, que además, en ella, se identifica en gran parte con la “ciencia de las letras”, como ocurre en el esoterismo islámico, y ello en virtud de la constitución misma de las lenguas hebraica y árabe, que, como hacíamos observar últimamente, tan cercanas están una de otra en todos los aspectos[i].


       El papel preponderante de la ciencia de los números en la Kábala, constituye un hecho tan evidente que no podría pasar inadvertido ni al observador más superficial, y que los “críticos” más plenos de prejuicios no pueden negar ni disimular. Sin embargo, estos últimos no dejan de dar de este hecho, como mínimo, interpretaciones erróneas a fin de hacerlo entrar mal que bien en el marco de sus ideas preconcebidas; aquí nos proponemos, sobre todo, disipar esas confusiones más o menos queridas, y debidas en parte a los abusos del demasiado famoso “método histórico”, que a toda costa quiere ver “préstamos” en cualquier parte donde advierta ciertas semejanzas. Sabido es que, en los medios universitarios, está de moda el vincular la Kábala con el neoplatonismo, de tal modo que se disminuyen a la vez su antigüedad y su alcance; ¿acaso no se admite como principio indiscutible, que nada puede venir más que de los griegos? En esto, por desgracia, se olvida que el propio neoplatonismo contiene muchos elementos que nada tienen de específicamente griego, y que, en el ambiente alejandrino, el Judaísmo en particular tenía una importancia que distaba mucho de ser desdeñable, tanto es así que, si realmente un lado tomó algo del otro, bien pudiera ser que hubiese sido en sentido inverso del que se afirma. Esta hipótesis sería mucho más probable incluso, primero porque la adopción de una doctrina extranjera no es demasiado conciliable con el “particularismo” que siempre fue uno de los rasgos dominantes del espíritu judaico y, luego, porque, se piense lo que se piense del neoplatonismo, éste no representa en todo caso sino una doctrina relativamente exotérica (aun si se basa en elementos de orden esotérico, no es sino una “exteriorización” de éstos), y que, como tal, no pudo ejercer una influencia real sobre una tradición esencialmente iniciática, e incluso muy “cerrada”, como es y siempre fue la Kábala[ii]. Por lo demás, no vemos que haya semejanzas particularmente sorprendentes entre Kábala y neoplatonismo ni que, en la forma en que este último se expresa, desempeñen los números ese papel que tan característico es de la Kábala; la lengua griega, por lo demás, no hubiera dado demasiado pie para ello, mientras que, repetimos, hay en ello algo inherente a la propia lengua hebrea y que, por consiguiente, ha de haber estado ligado desde el origen a la forma tradicional que se expresa por medio de ella.


    Naturalmente, no es que se pueda discutir que haya entre los griegos una ciencia tradicional de los números; como se sabe, incluso fue la base del Pitagorismo, que no era una simple filosofía, sino que también tenía un carácter propiamente iniciático, y de ahí sacó Platón, no sólo la parte cosmológica de su doctrina, como la expone en el Timeo, sino incluso su “teoría de las ideas”, que en el fondo no es sino una transposición, según una terminología diferente, de las concepciones pitagóricas sobre los números considerados como principios de las cosas. Así pues, si realmente se quisiera encontrar entre los griegos un término de comparación con la Kábala, habría que remontarse al Pitagorismo; pero precisamente ahí es donde aparece más claramente toda la inanidad de la tesis de los “préstamos”: nos encontramos verdaderamente en presencia de dos doctrinas iniciáticas que de manera parecida dan una importancia capital a la ciencia de los números; pero ésta se encuentra presentada en formas radicalmente diferentes por una y otra parte.


      Aquí, no serán inútiles algunas consideraciones orden más general: es perfectamente normal que una misma ciencia se encuentre en tradiciones diversas, pues en ningún ámbito puede la verdad ser monopolio de una sola forma tradicional con exclusión de las demás; este hecho pues, no puede ser causa de asombro, exceptuando, sin duda, a los “críticos”, que no creen en la verdad; e incluso lo contrario es lo que, no sólo sería asombroso, sino difícilmente concebible. Nada hay, en ello, que implique una comunicación más o menos directa entre dos tradiciones diferentes, aun en el caso que una fuese indiscutiblemente más antigua que la otra: ¿acaso no se puede reconocer determinada verdad y expresarla independientemente de los que ya la han expresado anteriormente, y, además, no es esta independencia tanto más probable cuanto que esa misma verdad, de hecho, se expresará de otra forma? Por lo demás, es bien necesario advertir que esto no va en modo alguno contra el origen común de todas las tradiciones; pero la transmisión de los principios, a partir de un origen común, no trae consigo necesariamente, de manera explícita, la de todos los desarrollos implicados y todas las aplicaciones a que pueden dar lugar; todo lo que es asunto de “adaptación”, en una palabra, puede considerarse que pertenece en propiedad a tal o cual forma tradicional particular, y, si se encuentra su equivalente en otras partes, es porque de los mismos principios debían sacarse naturalmente las mismas consecuencias, sea cual sea, por otra parte, la forma especial con que se las habrá expresado aquí o allá (a reserva, naturalmente, de ciertos modos simbólicos de expresión que, al ser los mismos en todas partes, se ha de considerar que se remontan a la Tradición primordial). Además, las diferencias de forma serán, en general, tanto más grandes cuanto más nos alejemos de los principios para descender a un orden más contingente; y eso constituye una de las principales dificultades en la comprensión de ciertas ciencias tradicionales.


      Estas consideraciones, como se comprenderá sin dificultad, quitan casi todo el interés en lo que concierne al origen de las tradiciones o la procedencia de los elementos que estas encierran, desde el punto de vista “histórico”, como se entiende en el mundo profano, puesto que hacen perfectamente inútil la suposición de una filiación directa cualquiera; y, allí mismo donde se observa una semejanza, puede explicarse mucho menos por “préstamos”, a menudo inverosímiles, que por “afinidades” debidas a un conjunto de condiciones comunes o semejanzas (raza, tipo de lengua, modo de existencia, etcétera) en los pueblos a los cuales se dirigen respectivamente esas formas[iii]. En cuanto a los casos de filiación real, no han de excluirse totalmente, porque es evidente que no todas las formas tradicionales proceden directamente de la Tradición primordial, sino que, algunas veces, otras formas han tenido que desempeñar el papel de intermediarias; pero, las más de las veces, estas últimas son de las que han desaparecido totalmente y, por lo general, esas transmisiones se remontan a épocas demasiado lejanas para que la historia corriente, cuyo campo de investigación es en suma harto limitado, pueda tener el menor conocimiento de ellas, sin contar con que los medios por los que se ha efectuado no son de los que puedan ser accesibles a sus métodos de investigación.


     Todo esto no nos aleja de nuestro asunto más que en apariencia y, volviendo a las relaciones de la Kábala con el Pitagorismo, podemos plantearnos ahora esta cuestión: si aquélla no puede derivarse directamente de éste, aun suponiendo que no le sea realmente anterior, y aunque sólo fuese a causa de una diferencia de forma demasiado grande, sobre la que hemos de volver enseguida de manera más precisa, ¿no se podría considerar al menos un origen común a ambos, que, en opinión de algunos, sería la tradición de los antiguos egipcios (lo cual, ni que decir tiene, nos transportaría esta vez muy lejos del período alejandrino)? Es esta, digámoslo de inmediato, una teoría de la que mucho se ha abusado; y, en lo que concierne al Judaísmo, nos es imposible, pese a ciertas aserciones fantásticas, descubrir en él la menor relación con todo lo que de la tradición egipcia puede conocerse (nos referimos a la forma, que es lo único que hay que considerar en esto, puesto que, por lo demás, el fondo es idéntico necesariamente en todas las tradiciones); sin duda habría lazos más reales con la tradición caldea, ya sea por derivación o por simple afinidad, y en la medida en que es posible captar algo de estas tradiciones extinguidas desde hace tantos siglos.


        Imagen tomada de un texto de Alfonso X el Sabio

En cuanto al Pitagorismo, quizá la cuestión es más compleja; y los viajes de Pitágoras, bien haya que tomarlos literalmente, o bien simbólicamente, no implican necesariamente préstamos de las doctrinas de tal o cual pueblo (al menos en cuanto a lo esencial, e independientemente de ciertos puntos de detalle), sino más bien el establecimiento o fortalecimiento de ciertos lazos con iniciaciones más o menos equivalentes. Bien parece, en efecto, que el Pitagorismo fue sobre todo la continuación de algo que preexistía en la propia Grecia, y que no hay motivos para ir a buscar su fuente principal a otra parte: nos referimos a los Misterios y, más particularmente, al Orfismo, del cual, probablemente, no fue sino una “readaptación”, en aquella época siglo VI antes de la era cristiana que, por un extraño sincronismo, vio producirse cambios de forma a la vez en tradiciones de casi todos los pueblos. Suele decirse que propios Misterios griegos eran de origen egipcio, pero afirmación tan general es demasiado “simplista”, y, si puede ser verdad en ciertos casos, como el de los Misterios de Eleusis (en los cuales, llegado el caso, parece pensarse especialmente, otros hay en los que no sería sostenible en modo alguno[iv]. Ahora bien, ya se trate del propio Pitagorismo o del Orfismo anterior, no es en Eleusis donde hay que buscar el “punto de contacto”, sino en Delfos, y el Apolo délfico no es en absoluto egipcio, sino hiperbóreo, origen que, de todas formas, es imposible de considerar para la tradición hebrea[v]; esto, además, nos lleva directamente al punto más importante en lo que concierne a la ciencia de los números y las formas diferentes que ésta ha tomado.


En el Pitagorismo, esta ciencia de los números aparece estrechamente ligada a la de las formas geométricas; y lo mismo sucede, además, en Platón, quien, a este respecto, es puramente pitagórico. Pudiera verse, en ello, la expresión de un rasgo característico de la mentalidad helénica, aplicada sobre todo a la consideración de las formas visuales; y sabido es que, en efecto, de las ciencias matemáticas, la geometría es la que más particularmente desarrollaron los Griegos[vi]. Sin embargo, hay algo más, al menos en lo que concierne a la “geometría sagrada”, que es de lo que aquí se trata: el Dios “geómetra” de Pitágoras y Platón, entendido en su significación más precisa y, digamos, “técnica”, no es otro que Apolo. No podemos, a este respecto, entrar en desarrollos que nos llevarían demasiado lejos, y volveremos sobre este asunto en otra ocasión; ahora bien, hay que hacer notar que este hecho se opone claramente a la hipótesis de un origen común del Pitagorismo y de la Kábala, y ello en el punto mismo en que sobre todo se ha tratado de relacionarlos, y que, a decir verdad, es el que ha podido dar idea de tal relación, esto es, la semejanza aparente de las dos doctrinas en cuanto al papel que la ciencia de los números desempeña en ellos.


    En la Kábala, esta misma ciencia de los números no se presenta en modo alguno como vinculada de la misma forma con el simbolismo geométrico; y es fácil comprender que sea así, pues este simbolismo no podía convenirles a unos pueblos nómadas como, en principio, lo fueron esencialmente Hebreos y Arabes[vii]. Por el contrario, encontramos allí algo que no tiene su equivalente en los griegos: la estrecha unión, incluso podría decirse la identificación, en muchos aspectos, de la ciencia de los números con la de las letras, a causa de las correspondencias numéricas de ellas; es eso lo eminentemente característico de la Kábala[viii], y que no se encuentra en ninguna otra parte, al menos en ese aspecto y con ese desarrollo, si no es, como hemos dicho ya, en el esoterismo islámico, es decir, en suma, en la tradición árabe.



Pudiera parecer asombroso, a primera vista, que las consideraciones de este orden permaneciesen ajenas a los Griegos[ix], puesto que también entre ellos tienen las letras un valor numérico (que, por lo demás, es el mismo que en el alfabeto hebreo y árabe para las que tienen equivalente), y que incluso nunca tuvieron otros signos de numeración. La explicación de este hecho, sin embargo, es bastante sencilla: y es que la escritura griega, en realidad, no representa más que una importación extranjera (ya sea “fenicia” como suele decirse, o bien “cadmea” es decir, “oriental” sin especificación más precisa, y de ello dan fe los propios nombres de las letras), y que, en su simbolismo numérico o de otro tipo, nunca formó cuerpo, si cabe expresarse así, con la lengua misma[x]. Por el contrario, en lenguas como el hebreo y el árabe, el significado de las palabras es inseparable del simbolismo literal, y sería imposible dar de ellas una interpretación completa en cuanto a su sentido más profundo, el que verdaderamente importa desde el punto de vista tradicional e iniciático (pues no hay que olvidar que se trata aquí esencialmente de “lenguas sagradas”), sin tener en cuenta el valor numérico de las letras que las componen; las relaciones que existen entre palabras numéricamente equivalentes y a las que a veces dan lugar son, a este respecto, un ejemplo particularmente claro[xi]. Hay, pues, en ello algo que, como decíamos al comienzo, se debe esencialmente a la constitución misma de estas lenguas, que está vinculada a ellas de una forma propiamente “orgánica”, en vez haber venido a añadírsele desde el exterior y tiempo después, como en el caso de la lengua griega; y como ese elemento se encuentra a la vez en el hebreo y en el árabe, puede considerarse legítimamente que proceden de la fuente común de esas dos lenguas y de las dos tradiciones que éstas expresan, es decir, lo que se puede llamar la tradición “abrahámica”.



Ahora, pues, podemos sacar de estas consideraciones las conclusiones que se imponen: y es que, si consideramos la ciencia de los números en los Griegos y los Hebreos, la vemos con dos formas diferentes, y fundada, por una parte, en un simbolismo geométrico, y, por otra, en un simbolismo literal[xii]. Como consecuencia, no puede tratarse de “préstamos”, ni por un lado ni por el otro, sino sólo de equivalencias como se las encuentra necesariamente entre todas las formas tradicionales; por lo demás, soslayamos totalmente toda cuestión de “prioridad”, sin verdadero interés en estas condiciones, y quizá insoluble, pudiéndose encontrar el punto de partida real mucho más de las épocas para las que es posible establecer una cronología aunque sea poco rigurosa. Además, la propia tesis de un origen común inmediato ha de descartarse igualmente, pues vemos cómo la tradición de la que esta ciencia forma parte integrante se remonta, por un lado a una fuente “apolínea”, esto es, directamente hiperbórea y, por otro, a una fuente “abrahámica”, que probablemente se vincula sobre todo (como lo sugieren, además, los nombres mismos de “hebreos” y “árabes”) a la corriente tradicional venida de la “isla perdida de Occidente”[xiii].







[i] Ver el artículo anterior: Qabbalah; remitimos a los lectores al estudio sobre La Ciencia de las letras (actualmente, capítulo VI de Symboles de la Science Sacrée).
[ii] Este último motivo, vale también contra la pretensión de vincular el esoterismo al mismo neoplatonismo; en los árabes, sólo la filosofía es de origen griego, como lo es por lo demás, donde quiera que se encuentre, todo aquello a lo que se puede aplicar propiamente este nombre de “filosofía” (en árabe falsafah), que es como un signo de ese mismo origen; pero aquí no se trata en absoluto de filosofía.
[iii] Esto puede aplicarse particularmente a la semejanza de expresión que ya hemos señalado entre la Kábala y el esoterismo islámico; y en lo que concierne a este último, se puede hacer a este respecto una observación bastante curiosa: sus adversarios “exoteristas”, en el propio Islam, han tratado a menudo de quitarle valor atribuyéndole un origen extranjero, y, con el pretexto de que muchos de los sufíes más conocidos fueron persas, han querido ver en él, pretendidos préstamos hechos al Mazdeísmo, extendiendo esta noción incluso a la “ciencia de los números”: pues bien, ninguna huella hay de nada semejante en los antiguos persas, mientras que, por el contrario, tal ciencia existe en el Judaísmo en una forma completamente comparable, lo cual, por lo demás, se explica simplemente por las “afinidades” a las que aludíamos, sin hablar de la comunidad de origen más lejana, sobre la cual hemos de volver; pero, al menos, este hecho era el único que pudo dar algún viso de verosimilitud a la idea de un préstamo hecho a una doctrina preislámica y no árabe, y parece haberles escapado totalmente.
[iv] Apenas es menester decir que ciertos relatos, en los que se ve a Moisés y Orfeo que reciben al mismo tiempo la iniciación en los templos de Egipto, no son sino fantasías que no se basan en nada serio.
[v] Se trata aquí de la derivación directa; incluso si la Tradición primordial fue hiperbórea, y si, por consiguiente, todas las formas tradicionales sin excepción se vinculan finalmente a este origen, hay casos, como el de la Tradición hebrea, en los que ello es harto indirectamente y a través de una serie más o menos larga de intermediarios, que, por lo demás, sería bien difícil reconstituir exactamente.
[vi] El álgebra, por el contrario, es de origen indio y no fue introducida en Occidente sino mucho más tarde, por intermedio de los Arabes, que le dieron el nombre que ha conservado (el-jabr).
[vii] Sobre este punto, véase el capítulo XXI del libro El Reino de la cantidad y los signos de los tiempos, titulado Caín y Abel. No hay que olvidar que, como indicábamos entonces, Salomón, para la construcción del Templo, hubo de recurrir a obreros extranjeros, hecho particularmente significativo a causa de la relación íntima que existe entre la geometría y la arquitectura.
[viii] Recordemos, a este respecto, que la palabra gematria (que, siendo de origen griego, ha de haber sido introducida, como cierto número de otros términos de igual procedencia, en una época relativamente reciente, lo cual en modo alguno quiere decir que aquello que designa no existiese anteriormente), no deriva de geometría, como a menudo de pretende, sino de grammateis; Así pues, se trata realmente de la ciencia de las letras.
[ix] Sólo con el Cristianismo puede encontrarse algo así en escritos de expresión griega, y entonces se trata manifiestamente de una transposición de elementos fundamentales cuyo origen es hebreo; nos referimos, a este respecto, principalmente al Apocalipsis; y probablemente también pudieran señalarse cosas del mismo orden en lo que queda de los escritos que se vinculan al Gnosticismo.
[x] Ni siquiera en la interpretación simbólica de las palabras (por ejemplo: el Cratilo de Platón), interviene la consideración de las letras de que se componen; lo mismo ocurre, por lo demás, con el nirukta en lo que hace a la lengua sánscrita, y si bien, no obstante, en ciertos aspectos de la Tradición existe un simbolismo literal, incluso muy desarrollado, se basa en principios totalmente distintos de aquello de que se trata aquí.
[xi] Es esta una de las razones por las que la idea de escribir el árabe en caracteres latinos, emitida por algunos so pretexto de “comodidad”, es totalmente inaceptable e incluso absurda (esto sin perjuicio de otras consideraciones más contingentes, como la de la imposibilidad de establecer una transcripción verdaderamente exacta, precisamente porque no todas las letras árabes tienen su equivalente en el alfabeto latino). Los verdaderos motivos por los que ciertos orientalistas se hacen propagadores de esta idea son, por lo demás, completamente distintos de los que esgrimen, y han de buscarse en una intención “antitradicional” en relación con preocupaciones de orden político; pero esta es otra historia.
[xii] Decimos “basada”, porque, efectivamente, estos simbolismos constituyen, en ambos casos, el “soporte” sensible y como el “cuerpo” de la ciencia de los números.
[xiii] Empleamos constantemente la expresión de “ciencia de los números” para evitar cualquier confusión con la aritmética profana; quizá. sin embargo, pudiera adoptarse un término como el de “aritmología”; pero hay que rechazar, a causa del “barbarismo” de su composición híbrida, el de “numerología”, de reciente invención, y por el cual, además, algunos parecen querer designar sobre todo una especie de “arte adivinatoria” que casi ninguna relación tiene con la ciencia tradicional de los números.



domingo, 19 de diciembre de 2010

El Dorje, la Campana y el Pilar

La campana y el Dorje se utilizan durante las "Pujas" o servicios de oración a Buda y a otras deidades budistas. Durante los ceremoniales se coge la campana con la mano izquierda y se coloca el dorje en la palma de la mano derecha.  De alguna manera, juntos, equilibran lo negativo y lo positivo con el fin de armonizar nuestra existencia y su entorno.

Dorje y Campana

La campana  representa la sabiduría. El  dorje representa el método. Es decir, la campana representa el principio femenino divino: percepción, creatividad y sabiduría, y el dorje repesenta el principio masculino: indestructible, iluminador.

Monje con dorje y campana

El Dorje (en sánscrito: Vajra) significa "la dureza indestructible y resplandor de los diamantes, que no pueden ser cortados ni romperse. Adamas en griego significa también indestructible.  En definitiva, representa las cualidades de Buda: indestructible, indivisible, impenetrable, inamovible y portador de resplandor mental para todos.  

Dorje o Vajra

La forma de un dorje como un arma parece tener su origen en un doble tridente, que apareció como símbolo de fuerza y lucidez en civilizaciones desaparecidas del Este.

Zeus con su rayo

Hay similitudes con objetos rituales de los teutones, como el martillo del dios Thor, el rayo de   Zeus, y el de  Júpiter.

Thangka orientado conforme al "Axis mundi" o Dorje

Antecedentes del Vajra
Aunque el Vajra se vincula particularmente al budismo tántrico, algunos antecedentes y referencias pre-budistas nos proporcionan una idea de las tempranas asociaciones que llegó a asimilar el símbolo del vajra tántrico.

Detalle del extremo inferior del Dorje, sobre las aguas. Se observa el Sol sobre la Luna

Relámpago de Indra
En primer lugar significa relámpago o rayo, en particular el relámpago de Indra; de acuerdo con la mitología hindú, él es el rey de los dioses. Indra  

Detalle superior del Dorje

La mitología hindú dice que el relámpago es lo más poderoso que pueda existir: no hay nada que pueda vencerlo o resistirlo.   El vajra es absolutamente irresistible. Indra utiliza esta irresistible arma para aniquilar a sus enemigos, los demonios de la sed y la sequía. Por lo tanto el término vajra significa, en primer lugar, relámpago, en particular el relámpago de Indra.

Virgen entre el Sol y la luna

Asiento diamantino
Luego tenemos el termino vajrasana que significa "asiento diamantino" que en ocasiones se traduce como "trono diamantino". Para poder entender lo que es el vajrasana tenemos que recordar que el Buda alcanzó la Iluminación a los treinta y cinco años en un lugar llamado Bodh-Gaya, en el estado de Bihar en India. De acuerdo con la tradición, el Buda despertó a la Realidad mientras se encontraba sentado al lado de un árbol.

Suelo de la santa Capilla del Pilar

El punto donde se sentó al lado de este árbol ha sido conocido, desde este entonces como el "trono diamantino" o vajrasana. La tradición nos cuenta que se llama así debido a que se considera que todos los Budas anteriores, en los previos ciclos mundanos, han alcanzado la Iluminación sentados en ese punto axial.

Indra con Vajra


¿Qué es el Vajra?

La palabra vajra  posee un doble significado en sánscrito. En primer lugar significa relámpago o rayo, y en segundo lugar significa diamante. La mitología hindú dice que el relámpago es lo más poderoso que pueda existir y el diamante es la piedra preciosa más dura: corta todo pero nada puede cortarla, también es absolutamente puro e incorruptible.  
Descripción del vajra
En la iconografía budista, ya sea en dos o tres dimensiones, el vajra, a pesar de referirse a un relámpago o a un diamante, siempre aparece como una especie de rayo estilizado y nunca como un diamante.

Detalle del suelo de mármol de la Santa Capilla. Podemos reconocer el Vajra o su equivalente Flor de Lis
              Dorje taraceado de mármol en el suelo de la Basílica del Pilar

En medio está formado por una esfera, saliendo de cada lado de ésta una flor de loto, algunas veces de cuatro pétalos y otras de ocho. De cada uno de los lotos se desprenden cinco rayos.  Uno de los rayos forma el eje central, de tal manera que hay un eje que atraviesa todo el vajra. Los otros cuatro rayos se despliegan en las cuatro direcciones cardinales, después se curvan para unirse al rayo central nuevamente, en el que todos convergen. La parte de cada rayo más cercana al loto tiene forma de  cabeza de dragón.   

Corona perteneciente a la Virgen del Pilar

De esta forma observamos que el vajra consiste en cuatro elementos específicos: una esfera central, dos flores de loto -de cuatro u ocho pétalos-, dos conjuntos de cinco radios y la cabeza de una extraña bestia en los ocho rayos

Escultura de la Virgen del Pilar con corona

            Imagen en bronce de la Virgen del Pilar, la hice con una corona en forma de Vajra, de alguna manera está copiada de la pintura de Gonzalez Velazquez que se encuentra en la cúpula de la Santa Capilla  del Pilar

Pintura de la Virgen del pilar

lunes, 6 de diciembre de 2010

El Tejido, el Texto y su Significado

Los párrafos de este escrito van y vienen en torno al «Pilar», siendo este, como la urdimbre sobre la que tramaré el hilo de mi discurso. Como siempre ha sido, el «cielo» urde, la «tierra» sostiene y el «hombre» trama.


Entre los griegos Platón hace alusión al Eje Universal o Pilar en su tratado “Politeia” (πολιτεία) , traducido como La República, concretamente en el mito de Er el Armenio; en efecto, el eje luminoso del mundo es el «huso de la Necesidad»; siendo así como un eje diamantino rodeado de varias envolturas concéntricas, de dimensiones y colores diversos, correspondientes a las varias esferas planetarias; a las cuales la parca Cloto, con la mano derecha las hacia girar.


   Las últimas observaciones astronómicas, han llevado a pensar que el universo tiene un eje, observación que armonizaría con el sentido tradicional de la Ciencia, en el que existe una analogía entre Macrocosmos y Microcosmos.
A veces cuando contemplamos las letras, sobre el papel se nos antojan jirones o desgarraduras sobre la piel, y otras semejan huellas de extraños animales. En la antigua Roma los aurúspices, observaban el vuelo de las aves para leer su mensaje, y así debemos leer a los pájaros de tinta sobre el cielo del papel. Remontándonos a las primitivas tradiciones de China, las letras le fueron enseñadas por el Cielo, al primer emperador Fu-Xi, sobre la espalda de un dragón que surgió del Río Amarillo, y que llevaba el esquema que se llamó «diagrama fluvial», y que como el arcaico pictograma para "río" consta de dos elementos, uno continuo o Yang y dos discontínuos o Yin.
 

El Emperador primordial Fu-Xi

Este aspecto binario al origen de la escritura, tiene reflejos hasta en el proceso de fabricación de los pinceles, que debían participar de las dos cualidades originales, Yang-Yin, y así lo vemos descrito por un historiador de la caligrafía que comentaba sobre un famoso calígrafo: «Yang Tong, nunca hubiera utilizado un pincel cuyos pelos no hubiesen sido de zorro en el centro y de conejo en el contorno».

Fu-Xi

Atendiendo a las teorías modernas de la informática y sus aplicaciones cibernéticas, cuyo padre es el matemático estadounidense Norbert Wiener (1894 - 1964). En Europa es a través de los Jesuitas como Caranuel primero y después Leibniz debemos atribuirles el mérito de precursores de esta aplicación científica, al fundamentar el funcionamiento de las máquinas de calcular en el sistema binario.

  Leibniz

Si analizamos este escrito que usted tiene en sus manos, y que contiene una cantidad apreciable de información. El soporte físico de esa información es el papel y las tintas empleadas en la impresión, pero la información reside en la secuencia de signos que llamamos texto. Se han ideado otros muchos métodos de almacenar y transmitir información, pero en todos los casos el principio básico es el mismo: la diversidad de configuraciones que pueden adoptar los elementos de un conjunto típico o alfabeto. En algunos casos, como en el de las imágenes de una pantalla de televisión, cuyos elementos son puntos apagados o encendidos, dichas configuraciones son bidimensionales; aunque también las hojas de este escrito tienen dos dimensiones, sí quisiéramos podríamos escribir el texto como un larguísimo renglón unidimensional.



¿Es posible que el capitel jónico, representa que entre el Cielo y la Tierra se encuentra el "Liber Vitae" ?


Una secuencia lineal y aperiódica de signos constituye el tipo más simple posible de mensaje. Tenemos como ejemplo el sistema Morse, que solo utiliza dos determinantes, el punto y la raya, o el sistema Braille, que utiliza la presencia o ausencia de puntos táctiles sobre una estructura de seis puntos, como en el dominó, y que mediante sus combinaciones se pueden representar sesenta y cuatro determinantes.

Monte Kailash


Quien dice información está diciendo especificidad. Ya que con cualquier alfabeto, que debe tener al menos dos elementos distintos, siempre será posible formar una gran cantidad de mensajes diferentes, cada uno de ellos resultará dotado de especificidad. Pensemos, por ejemplo, en la gran diversidad de poemas que se han escrito con el alfabeto español y en la peculiaridad de cada uno de ellos. De hecho, si la longitud del mensaje es ilimitada, el número posible de mensajes distintos también lo será, del mismo modo que con las diez cifras árabes se pueden escribir todos los números naturales.

Debemos subrayar que las teorías científicas más recientes vienen a confirmar la certeza de la visión que tuvieron los antiguos. Los conservadores que son “la sal del mundo”, y que aún rinden “culto a los antepasados”, mantienen el punto de vista tradicional, que esencialmente es sintético y con el que se mira todo bajo el dominio de la metafísica pura; el de los modernos, por el contrario, se manifiesta como analítico.



Filón de Alejandría describe el principal alimento de los esenios terapeutas, devotos de la salud, austeros y místicos, nos dice que este se compone de sal de hisopo, pan y agua clara. Marcos 9:50 dice: «Buena es la sal (kalón to alas); mas si la sal se hace insípida ¿con qué la sazonaréis? Tened sal en vosotros mismos (eaftois ala) y tened la paz, los unos con los otros».
Tenemos un vocablo griego que aumenta el campo semántico de alas, la «sal». Se trata de alastos, lo «inolvidable», lo «insuperable».



El acercamiento de estos dos puntos de vista, me parece verlo expresado en el “Pilar” y su templo. De alguna manera es un hecho extremadamente importante desde el punto de vista de la historia de las ideas.



     Según algunos textos antiguos, atribuyen la legendaria invención de la escritura a Cang Jie, alto funcionario del Emperador Amarillo, padre de la cultura china, cuyo reinado se sitúa tal vez en el siglo XXVII antes de nuestra era. Un atardecer en que Cang Jie meditaba al borde de un río, observó las constelaciones y las huellas dejadas por los pájaros en la arena. Comprendió que muy bien podían hacerse algunos signos para representar ideas y, en un bambú, reprodujo, simplificándolos, unos cuantos objetos que le rodeaban, utilizando un palo mojado en barniz.

Pictograma del Dragón (long). Los trazos semejan los reflejos del sol en la superficie de las aguas

Sobre este hecho, dicen los comentaristas: «Y aquella noche, los demonios lloraron. La escritura, descifradora del mundo, fruto de la unión de Cielo y Tierra, de lo interior y lo exterior de las cosas, anunciaba el poder de los hombres sobre ellos; por eso a Cang Jie se lo representa siempre con doble mirada, una observa el interior de las cosas, la otra está vuelta al exterior».

Cang Jie

El papel que fué empezado a fabricar durante la dinastia de los Han, por el marqués de Cai, que comenzó a fabricar verdadero papel con corteza de árbol, cáñamo, trapos e hilos usados. Es muy probable que en su fabricación entrara la seda, lo que explicaría la presencia de la radical mi, seda, en el carácter Zhi: papel.
Siempre a las orillas de un río emerge el fuego de la escritura, ya sea el Río Amarillo, el Nilo, o entre los barros del Tigris y Eúfrates, excepción hecha entre otras, de las tablas del Sinaí, en que las letras fueron esculpidas con fuego sobre piedra.

Carácter de río

En las doctrinas tradicionales, los libros a menudo se designan por medio de términos que, en su sentido literal, se refieren al tejido. Esto lo vemos claramente en la palabra «texto», emparentada con textil. Así también, en sánscrito, sutra significa propiamente «hilo»: un libro puede estar formado por un conjunto de sutras, como una tela está formada por un conjunto de hilos; tantra también tiene el sentido de «hilo» y de «tela», y designa, más especialmente, la «urdimbre» de una tela.        


   Esta palabra es idéntica a la latina sutura; la misma raíz, con el sentido de «coser», se encuentra por igual en las dos lenguas. - Es al menos curioso constatar que la palabra árabe surat, que designa los capítulos del Corán, está compuesta exactamente de los mismos elementos que la sánscrita sutra; por otro lado, esta palabra tiene también el sentido parecido de «fila» o «hilera».

Anunciación con telar

  También, en chino, king es la «urdimbre» de una tela y wei es su «trama»; la primera de estas dos palabras también designa un libro fundamental y la segunda sus comentarios. Esta distinción entre «urdimbre» y «trama» en el conjunto de las doctrinas tradicionales, corresponde, siguiendo la terminología hindú, a la que hay entre Shruti que se equipara a la luz directa, representada por el sol, y que es el fruto de la inspiración directa, y Smriti que representa a la luz reflejada, representada por la luna, y que es el producto de la reflexión que se ejerce sobre los datos de la Shruti.


Como vemos simbolizan, respectivamente, el principio masculino y el principio femenino de la manifestación universal. Y en el hombre corresponden al corazón y al cerebro, uno órgano de la intelección intuitiva y el otro de la discursiva o reflexiva.


      Entre los clásicos griegos, «Nous», se localizaba en el corazón, agente de la noética, o conocimiento intelectual Instantáneo. Y ha tenido su representación cósmica en el Sol, correspondiendo paralelamente a la Luna el cerebro, y siendo este, el órgano de la mente discursiva y reflexiva, podemos ver como su misma etimología nos dice bastante de sus actividades, pues luna en griego es "méenee", y mes es méen, de la que derivan nombres como "mente" del latín mens, mentis; "mensual" del latin mensis, mes; "mensura"; "mención", probablemente "mensaje" aunque algunos lo hacen derivar del latín missus : enviado, etc. todos referidos a conceptos sobre la razón, la medida y el tiempo.


       Sobre el significado de este simbolismo, hay que observar que la urdimbre, formada por hilos tendidos en el telar, representa el elemento inmutable y principal, mientras que los hilos de la trama, que pasan entre los de la urdimbre por el vaivén de la lanzadera, representan el elemento variable y contingente, es decir, las aplicaciones del principio a tales o cuales condiciones particulares. Por otro lado, si se considera un hilo de la urdimbre y un hilo de la trama, nos damos cuenta inmediatamente que su reunión forma una cruz.

Las tres Moiras o Parcas

Según la doctrina taoísta, todos los seres están sometidos a la alternancia continua de los estados de vida y de muerte (condensación y disipación, vicisitudes del yang y del yin); y los comentadores denominan a esta alternancia «el vaivén de la lanzadera sobre el telar cósmico».

Lanzadera del telar
                                                
         El simbolismo del tejido no se aplica tan sólo a las escrituras tradicionales, también se emplea para representar el mundo, o, más exactamente, el conjunto de todos los mundos, es decir, de los estados o de los grados, cuyo número es indefinido, que constituyen la Existencia universal. En el cristianismo nos encontramos con el libro sellado o Líber Vitae apocalíptico, sobre el que se encuentra tendido el cordero, está situado al igual que el «Árbol de la vida», en el manantial común de los cuatro ríos de paraíso; y aludimos a la relación entre el simbolismo del árbol y el del libro: tanto las hojas del árbol como los caracteres del libro representan todos los seres del Universo.

Anunciación en la que se aprecia el vínculo semiológico figurado por esa columna de luz entre  el "Libro" o Torá y el Espíritu Santo. La Torá se escribe en hebreo torah ( תורה ), si realizamos una aliteración kabalística,  obtenemos la palabra "la tórtola" escrita ha tor ( ה תור )

Bajo este punto de vista, los hilos de la urdimbre, por los que se unen los puntos que se corresponden en cada uno de los diferentes estados, constituyen el Libro sagrado por excelencia, que es el arquetipo de todas las escrituras tradicionales, las cuales sólo son sus expresiones en lenguaje humano; los hilos de la trama cada uno de los cuales representa el desarrollo de los acontecimientos en un cierto estado, constituyen su comentario, en el sentido de que establecen sus aplicaciones relativas a los diferentes estados; todos los acontecimientos considerados bajo la simultaneidad de lo «intemporal» están inscritos en este Libro, del cual cada uno de ellos es, para decirlo así, un carácter, que, por otra parte, se identifica con un punto de la tela.


         El uso de cuerdecillas anudadas, que reemplazaba a la escritura en China en una época muy lejana, también se relaciona con el simbolismo del tejido; la cuerda lisa sin nudo significaba el aspecto Yang, y la cuerda anudada el aspecto Yin. De esta antigua manera de representación pasó a ser fijados esos dos aspectos Yang y Yin, como líneas continua y líneas discontinuas respectivamente. Estas cuerdecillas eran del mismo tipo que las empleadas por los antiguos Peruanos, los cuales les daban el nombre de quipos.


Estas no solo las usaban para contar, también parece que expresaban conceptos mucho más complejos, tanto más en cuanto que se dice que constituían los «anales del imperio», y que, por otra parte, no han usado nunca otro sistema de escritura, si no consideramos escritura los petroglifos, poseyendo una lengua muy perfecta y muy sutil; esta especie de ideografía se hizo posible gracias a múltiples combinaciones, entre las que jugaba un papel muy importante el empleo de hilos de diferentes colores.


              Entre los nativos norteamericanos también nos encontramos con la escritura realizada en cinturones con abalorios (wampun). Unos aspectos que convendria atender sobre las circunstancias o condiciones particulares que intervienen en la configuración de un "estilo artístico" de improntación simbólica, seria atender a los modos de acción ritual de ese pueblo o cultura a estudiar. Esto me trae a la memoria los signos y figuras que observé, en una ocasión, sobre el tejido de cuero sin curtir, de un tambor ceremonial de agua, figuras que se iban componiendo sobre la superficie húmeda, que siendo golpeadas por el palillo, dejaban un círculo seco con un cerco bien marcado por el agua trasegada. Fue grande mi sorpresa al observar que las mutantes imágenes que se desarrollaban sobre el tejido animal, fueran similares formalmente a los petroglifos de las estelas olmecas y zapotecas, pudiendo muy bien ser el origen del que tomaron forma. El tambor de agua, es una representación simbólica de la “Madre Tierra”, que como matriz cósmica, da nacimiento a los seres a ser tocada por el sonoro “Padre Cielo”.


En la interpretación rabínica, la forma y la estructura arquitectónica del Tabernáculo no solo proceden de su forma edificable concreta y reglamentaria, sino de las particularidades del orden de los vocablos, de las disposiciones gramaticales y de las pautas de la sintaxis. De tal forma que el “Libro” constituye una posibilidad de significación, que revela la conformación del Tabernáculo y el Templo al estudioso de sus características.

El pilar sobre el Tabernáculo y el mismo como María

   En lo que respecta a la Virgen María ella devino el tabernáculo viviente del Verbo, dejándose penetrar en cuerpo y espíritu por su presencia. Así, ella, es llamada «Tabernáculo del Señor». La Biblia denomina «Mishkán» al tabernáculo, habitación o morada de lo divino, y la tradición hebrea ha visto aquí su inmanente Divina Presencia o «Schejiná». Para la kábala, la palabra schejiná procede de la raíz de mishkán y los cabalistas la relacionan por equivalencia numérica con el término lengua, idioma «safá». El término Safá (שפה) tiene un equivalente numérico de 385 = 300 +80 + 5; el mismo valor que Schejiná (שכינה) = 300 + 20 + 10 + 50 + 5 = 385.
Estas correlaciones nos llevan a inferir que nos encontramos ante vestigios de la lengua adánica o universal.


       De alguna forma el texto de la “Escritura” y la “Tienda de la Reunión” participan de la revelación divina. El apóstol Juan declara en el prólogo de su Evangelio: «Y la palabra se hizo carne y puso su tienda entre nosotros». Este paralelismo comparativo entre el Tabernáculo y el texto de la Biblia se encuentra simbolizado en las dos formas iconográfícas más comunes de representar la Anunciación. En una la Virgen es visitada cuando se encuentra tejiendo el velo del templo, el pintor ha colocado en las manos de María una madeja de púrpura. Así es representada en el más antiguo icono de la Anunciación conservado en Rusia, obra de un maestro bizantino del siglo XII.


Antiguo icono Anunciación con la "púrpura" para tejer el velo del Templo

En otra la Virgen es visitada mientras está leyendo el texto sagrado. En ambas se hace implícito el paralelismo simbólico entre lo “textil” y el “texto”.
Sto. Tomás de Villanueva advierte que, en la historia de José, cuando Zuleika, la mujer de Putifar, intentó seducirle asiéndole por los flecos de su túnica, esa que abandonó entre sus manos era una túnica “polímita”, palabra compuesta de las griegas poli (varios) y mitos (hilos); observemos la semejanza homofónica entre “mitos” hilos y “mytos” narraciones.


      El exégeta Mario Satz explica la relación semiológica entre el "Libro" o Torá y la figuración como paloma del Espíritu Santo. Este vínculo se establece porque la Torá se escribe en hebreo con las letras tau, vau, rem y hei ( תורה ), de tal forma que si operamos mediante la temurá o aliteración kabalística, -procedimiento exegético tradicional hebreo que consiste en relacionar palabras compuestas con las mismas letras-, obtenemos la palabra "la tórtola" escrita hei tau, vau, y rem ( ה תור ). Este vínculo es apreciable en lengua castellana por su homofonía (tor), quizás debido a su etimología hebraica.

La Torah con la letra inicial B y la final L (LeB) corazón

Este procedimiento de interpretación semiológico se llama Nirukta en la tradición hindú y ha sido igualmente utilizado por los griegos, especialmente por Platón: la palabra griega que corresponde al Nirukta es “Hermeneia”, y no es solamente una ciencia como la filología o la etimología, sino un procedimiento que consiste en hacer comparaciones entre palabras asonánticamente cercanas. En el prólogo del Evangelio de San Juan donde leemos: «Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros», el verbo griego empleado para designar la habitación terrestre de Dios encarnado, eskênosê, significa literalmente «ha plantado su tienda», tiene por raíz trilítera skn que es la misma exactamente a la raiz hebraica shkn de la palabra Shekina, que como hemos dicho, designa la presencia divina entre los hombres. De esta forma el apóstol Juan, hebreo de nacimiento, escogió este verbo griego que implicaba el sentido hebreo.


       De esta forma se puede llegar a establecer un posible vínculo simbólico con el preceptivo manto de oración de la tradición hebrea, llamado Talit. De hecho se entiende, en la tradición hebrea, que cuando uno se cubre con el talit, se han entrado en la tienda para encontrarse con Dios. Esta Tienda es como la imagen de aquella que Jahveh manda construir en el desierto, y que se describe en Éxodo 25; 8-9. «Hazme un santuario para que yo pueda morar en medio de ellos. Te ajustarás totalmente, en la construcción de mi mansión y de su mobiliario, a los modelos que te mostraré.» Por esta razón el talit es también reconocido como " La Tienda Pequeña". Además, según cierta exégesis rabínica, la palabra Talith consiste en 2 palabras hebreas: Tal que quiere decir Tienda e Ith que quieren decir Pequeña. ¡En otros términos una Tienda Pequeña!


      Talit con los ziztzit refulgentes, esos flecos que curaron a la hemorroisa

Normalmente el Talit, mantón o capa de la oración, mide sobre 70 pulgadas de largo por 36 pulgadas de ancho. Está tejida sin costuras y de una sola pieza de tela.
La grafia hebrea para Talit (טלית) es casi la misma de la palabra Talit (טליה ) que quiere decir un Cordero o una oveja joven. Se puede observar que el escudo del Cabildo presenta un cordero ante la columna, posiblemente simbolizando que es en el centro o eje dónde se alcanza la inmortalidad o resurrección. Además su raíz טל es común a varias con las que se víncula simbólicamente como טל que significa “rocío”, o también (טלה) que significa cordero, carnero, Aries; y טלל que significa techado sombreado y también mojado de rocío.


      Escudo del Cabildo del Pilar

Sobre estas relaciones semánticas, podemos añadir que tanto San Jerónimo como Santo Tomás de Villanueva escribieron sermones en los que comparaban el vellocino de lana de Gedeón como una señal o símbolo de la Virgen María; por ejemplo en el sermón sobre la Presentación se comenta: «El Gedeón celestial llenó una taza de rocío. Por consiguiente, como está la perla en la concha, así está el Verbo en el seno virginal».


Zitzit
            El talit o manto de oración, hecho como se ordena en Números 15:38-41, generalmente es blanco y está hecho de lana. En los cuatro ángulos del manto están colocados unas franjas, las Zitzit ( ציצית ) o flecos de lana que constan de 32 cordones anudados de acuerdo a una forma prescrita. Quizás para decir que el Verbo encarnado era la manifestación humana de la Shekina.

Talit con los 32 flecos del zitzit

El monje budista Kumarajiva tradujo al chino una obra sánscrita titulada La Red de Brahma (Fan- wang-king), según la cual los mundos están dispuestos como la malla de una red. Así vemos que en los Upanishads, el Supremo Brahma se designa como «Aquel sobre quien se tejen los mundos, como urdimbre y trama», aquí, naturalmente, la urdimbre y la trama representan los aspectos del principio activo o masculino (Purusha), y el principio pasivo o femenino (Prakriti). Siendo la cruz formada por la linea vertical y la horizontal como un símbolo de la unión de los complementarios, ya sea el sol y la luna, o los principios masculino y femenino de la manifestación universal.


En la tradicional cosmología china el universo está formado por el Tao, traducido por sentido, Vía y que hace surgir una vez lo obscuro (yin) y una vez lo luminoso (yang). Lo luminoso y lo obscuro son las dos fuerzas primarias, designadas ya sea como día y noche, firme y blando, siendo estas últimas calificaciones, las que se dan a los dos trazos del Libro de las Mutaciones.


Hexagramas con anotaciones de Leibniz que recibió del Padre Bouvet

En este concepción del universo, el Tao o Sentido consuma las imágenes primarias, constituyendo el Cielo o lo Creativo, y reproduciéndolas constituye la Tierra o lo Receptivo. Aquí lo creativo engendra la cualidad, y lo receptivo la cantidad. La denominación del sol es T'ai-Yang; lo luminoso grande, y la de la luna es T'ai-Yin; lo obscuro grande. Lo creativo o Yang se simboliza mediante un trazo continuo --------------, y lo receptivo o Yin mediante un trazo discontinuo o partido en dos ----- -----, estas dos fuerzas fundamentales engendran por duplicación o potenciación las cuatro imágenes, y estas a su vez los ocho signos o trigramas. En el I-Ching se dice: «Los santos y sabios establecieron las imágenes con el fin de expresar totalmente sus pensamientos; representaron signos con el fin de expresar totalmente lo verdadero y lo falso. Luego agregaron además juicios y así pudieron expresar sus palabras totalmente.»


    Es pertinente atender a la etimología de la palabra «Chi», que en su origen designaba a la parhilera o viga maestra de un edificio, y está representada por un simple trazo. Así representado es el símbolo de la postulación de la unidad, y esta palabra es la que designa el "Gran comienzo original" (T'ai Chi), que engendra las dos fuerzas fundamentales Yang y Yin. Podemos ver las analogías que existen con lo anteriormente expuesto sobre el tejido, y que aquí la urdimbre estaría representada por la raya continua yang y la trama por la discontinua yin. Así vemos que tanto el tejido cósmico como el libro de la creación estaría escrito mediante las combinaciones de esos dos elementos llamados lo creativo y lo receptivo.

Primera página del tratado de matemáticas de Caramuel 

             Sobre esta cosmovisión se tuvo noticias en Europa, a raíz de los intercambios culturales promovidos por la actividad misionera de la Compañía de Jesús en China. Caramuel y posteriormente Leibniz, escribieron sobre la matemática y las cifras en base binaria. Leibniz en 1697 había publicado los «Novissima sinica» compuesta por una colección de cartas y ensayos de los misioneros jesuitas en la China. La obra llegó a manos del padre Joachim Bouvet, que acababa de regresar de la China y que había escrito a Leibniz sobre la antigua filosofía china, representada, en su opinión, en los 64 hexagramas del I- Ching.



Moneda acuñada por Leibniz con la numeración binaria


Pero cuando Leibniz describe a Bouvet sus investigaciones sobre la aritmética binaria, es decir, el cálculo por 1 y por O (del que señalaba incluso las implicaciones metafísicas y el poder de representar la relación entre Dios y la Nada), Bouvet comprende que esta aritmética explica admirablemente la estructura de los hexagramas chinos. En 1701 envía a Leibniz una carta a la que adjunta una grabación en madera de la disposición de los hexagramas atribuida al emperador legendario Fu-Xi, y que Leibniz viendo su secuencia significativa como una progresión de los números binarios, lo expondrá en su Explication de l'arithmétique binaire (1703).


   Leibniz analiza esta estructura para considerar solamente su forma y su capacidad combinatoria, encontrando ese cálculo que puede ejercerse, con rigor cuantitativo, sobre nociones cualitativas. Encontrándose ante un antecedente de la característica y del pensamiento ciego, que tanto rumiaba. . Estos 1 y estos O son los auténticos símbolos ciegos y su sintaxis funciona, y permite realizar descubrimientos antes de asignar cualquier posible significado a las secuencia que produce. Leibniz se anticipa a la lógica matemática de George Boole; pero se anticipa también al auténtico lenguaje de los ordenadores, lenguaje con el que el programador proporciona instrucciones al ordenador y el lenguaje con el que el ordenador « ejecuta», sin «saber» qué significan las instrucciones que recibe y elabora en términos puramente binarios.


Aquí podemos ver a modo de ejemplo, como existe una analogía formal entre la escritura y el tejido. Hemos representado una red con los 64 hexagramas de Fu-Xi, repetidos cuatro veces, en la que destacan en negro los 12 hexagramas que representan las estaciones del proceso alquímico taoísta, o circulación microcósmica, se puede apreciar el mosaico en forma de cruz gamada, que se suele ver en los diseños textiles de la sericultura china.


                Esta misma idea se puede encontrar en Egipto, en uno de los símbolos más antiguos, el de Neith, la Atenea griega, consistente en dos flechas cruzadas delante de un escudo. Neith es la divinidad del tejido y la inteligencia. EI «conocimiento» o la «ciencia» consiste en el entrecruzamiento de la trama y la urdimbre. En el pensamiento egipcio el ojo está relacionado con las divinidades del tejido, con sia, el conocimiento, y con Sia, la divinidad del conocimiento, cuyo nombre está escrito jeroglíficamente como un trozo de paño porque el ojo, mediante la “retina”, es nuestro medio más importante de obtención de conocimiento, comparte el principio del entretejido con el que se hace la tela.




Tercera Hora del "Libro de las Puertas": la barca solar navega por el inframundo. Cámara Funeraria de Ramsés I
Apuntamos que su principal elemento orgánico sea la «retina», que deriva etimológicamente de «red».


    Sin embargo, hay que «sublimar» y elevar a un nivel superior incluso el enriquecimiento que denominamos conocimiento, pues si tiene un carácter puramente cerebral, es tan mortal como el instrumento, “ais”, el cerebro, con el que se lo adquiere.


Un texto de Plutarco, extraído del templo de Neith en Sais dice: "Soy todo lo que ha sido, lo que es y todo lo que será. Ningún mortal ha sido capaz de alzar el velo que me cubre"


     Originalmente, era una diosa Neith de la caza y de guerra, y tuvo como su símbolo, al igual que la ciudad de Sais sí, dos flechas cruzadas en un escudo. En su forma primitiva, como una diosa de la guerra, ella se dijo que la fabricación de armas de los guerreros, y cuidan su cuerpo cuando murió. Sin embargo, su símbolo también se parecía a un telar, y así fue que se convirtió en la diosa Neith, además de tejer, y obtuvo su nombre, que significa tejedor. Como diosa del tejido y las artes domésticas era una protectora de las mujeres y un tutor para contraer matrimonio, por lo que la mujer real a menudo se nombra después Neith en su honor.


Neith, también llamada Tehenut "La Libia", es una antiquísima diosa egipcia cuyo culto proviene del periodo predinástico, en el cual tenía forma de escarabajo, después fue diosa de la guerra y la caza, y diosa inventora.
Esposa de Seth y madre de Sobek en el Imperio Antiguo, considerada protectora del faraón, e identificada con la abeja. Protege asimismo a Osiris y a Ra con sus flechas que adormecen a los malos espíritus.
En el Imperio Nuevo se convierte en la "diosa madre", ser andrógino creador de dioses y hombres, la que engendró el universo a través de siete flechas (o siete palabras, pues también se decía que creaba a través de la palabra) con las que hizo surgir la colina primordial.


Aquí el tejido del vestido de Neith tiene la misma estructura hexagonal o en panal de abejas que la retina ocular

En el periodo saíta es una diosa nacional y se la proclamará "Madre de todos los dioses" y "la que dio luz a Ra" como diosa primordial, "la iniciadora del nacer después que no hubiera el nacer".
En su aspecto funerario es la diosa protectora de los muertos, la que inventó el tejido (por lo que se convierte en patrona de los tejedores) y ofrece tanto las vendas como el sudario para los difuntos.

Tejido de la Retina humana bajo microscopía

También era la encargada de restaurar las almas, a las que ofrecía pan y agua tras su largo viaje desde el mundo de los vivos.
Fue venerada en Sais, donde los sacerdotes de Neit eran médicos obstetras.

   

  Imago que parece una momia egipcia

Especulando con el tejido y la sericultura, encontraremos una significativa imagen en la imago del capullo del gusano de seda, que como la pupa del escarabajo, revela todo el simbolismo de Khepri, y en el que podemos ver a las momias reales envueltas en tiras de lino.
En Levítico 19, 19. y en Deuteronomio 22, 11, se lee: «No te vestirás ropa entretejida de lana y lino», aquí la ley se opone a toda mezcla, y es posible que aluda a evitar la mezcla de lo profano y lo sagrado. Espero que la mezcla de fibras de diferentes tradiciones y tiempos no caiga en la impostura y el desatino.

Santa Capilla de la Sindone de Turín

   Añado imagen de un fragmento del tejido de la sábana santa de Turín, siendo técnicamente una sarga de cuatro en espiga o espina de pescado, cada banda longitudinal tiene unos 40 hilos, siendo el ángulo que forman los bordones ascendentes y descendentes de 60º, esta formada por hilos de lino bastante tupidos. El tejido contiene cerca de 38 hilos por centímetro cuadrado en la urdimbre y unas 25 pasadas en la trama. El simbolismo de la letra M y N, alude siempre a las aguas del Nun primordial, ya sea regenerador o destructor de las formas, y es en tejido así donde Jesús eligió ser envuelto.



En esta imagen se aprecia el diseño en forma de NM. Representación de las aguas en su forma epigráfica más antigua. Así mismo también en la Capilla construida por Guarini en Turin, para su custodia se puede apreciar el simbolo de la Montaña Cósmica emergiendo de un alero siseante de cinco vértices representando las Aguas Primordiales. En la concepción de esta Capilla, Guarini se documentó en las fuentes del extremo oriente.