viernes, 28 de agosto de 2009

Sobre la misteriosa "I" de San Pedro ad Víncula

La misteriosa “I” de la Iglesia de San pedro ad Víncula de Torralba (Huesca)

La Cadena de los Mundos

Se dice en la Bhágavad-Gîtâ: “En Mí todas las cosas están ensartadas como una hilera de perlas en un hilo”. Se refiere al simbolismo del sûtrâtmâ, es el Átmâ que, como un hilo (sûtra), penetra y une entre sí todos los mundos, a la vez que es también el “hálito” que los sostiene y los hace subsistir y sin el cual no podrían tener realidad alguna ni existir en ningún modo.
Este símbolo está también referido por una leyenda relatada por Homero. Zeus dice a los dioses del Olimpo: "Suspended del cielo una áurea cadena, asíos todos, dioses y diosas, de la misma y no os será posible arrastrar del cielo a la tierra a Zeus (...) Yo ataría un cabo de la cadena en la cumbre del Olimpo y todo quedaría en el aire. !Verdaderamente supero a los dioses y a los hombres!".
Cada mundo, o cada estado de existencia, puede representarse por una esfera que el hilo atraviesa diametralmente, de modo de constituir el eje que une los dos polos de la esfera; se ve así que el eje de este mundo no es, propiamente hablando, sino un segmento del eje mismo de la manifestación universal íntegra, y de ese modo se establece la continuidad efectiva de todos los estados incluidos en esa manifestación.

De alguna manera el eje que nombramos es asimilable al llamado “séptimo rayo” del sol. Eje que no es geométricamente representable, porque si se representa un mundo por una esfera, dicho eje no debería ser en realidad ninguno de los diámetros de esta esfera. Si consideramos los tres diámetros ortogonales que forman los ejes de un sistema de coordenadas tridimensionales, las seis direcciones opuestas dos a dos que ellos determinan no son sino los otros seis rayos del sol; el “séptimo rayo” debería ser igualmente perpendicular a todos ellos, pues solo él, en cuanto eje de la manifestación universal, es lo que podría llamarse la vertical absoluta, con respecto a la cual los ejes de coordenadas del mundo considerado son todos relativamente horizontales. Como hemos dicho, es evidente que esto no es geométricamente representable lo que muestra que toda representación es forzosamente inadecuada; por lo menos, el “séptimo rayo” no puede representarse sino por un solo punto, que coincide con el centro mismo de la esfera; y esto indica que el eje mismo es verdaderamente “invisible” y solo puede percibirse de él el punto que es su “vestigio” en ese mundo. Esta imagen simbólica la podríamos ver representada por la i latina, formada por un punto y una línea vertical.

La “cadena de los mundos” es reprensada más a menudo por una serie de esferas ensartadas al modo de las perlas de un collar.
En las diversas tradiciones, el símbolo más corriente de la “cadena de los mundos” es el rosario. y haremos notar en conexión con lo que decíamos al comienzo sobre el “hálito” que sustenta los mundos, que el elemento más esencial, en realidad, es aquí el hilo o cadena que une las cuentas. Observemos que desde el punto de vista externo, se ven más bien las cuentas que el hilo; y esto mismo es muy significativo, puesto que las cuentas representan la manifestación, mientras que el sûtrâtmâ, representado por el hilo, es en sí mismo no-manifestado.

Este dibujo, de alguna manera, realiza una aproximación simbólica al eje mismo y sus diferentes eslabones y esferas.
En la tradición india el rosario se denomina aksha-mâlâ o guirnalda de aksha’ y también aksha-sûtra. La raíz verbal aksh-, de la cual deriva esa palabra, significa ‘alcanzar’, ‘penetrar’, ‘atravesar’, de donde, para aksha, el sentido. primero de ‘eje’; y, por otra parte, aksha y el latín axis, ‘eje’, son manifiestamente idénticos. Se puede ver inmediatamente aquí, remitiéndose a las consideraciones ya expuestas, una relación directa con la significación esencialmente “axial” del sûtrâtmâ.

Entre los símbolos masónicos se encuentra el de la “cadena de unión” o “cadena de la alianza”. Esta cadena rodea la parte superior de la Logia. Además de ver en ella el cordel de que los masones operativos se servían para trazar y delimitar el contorno de un edificio, debemos ver en la cadena un símbolo del “marco” del cosmos celestial.

Cuando el templo está terminado, e inclusive cuando ha comenzado a erigirse, el cordel ya no tiene, evidentemente, papel alguno; así, la posición de la “cadena de unión” no se refiere precisamente al trazado que ha ayudado a efectuar sino más bien a su prototipo cósmico. El Templo en la tierra no hace, sino restituir al cielo lo que antes había tomado de él.
Este cordel, en cuanto instrumento, era en Egipto, una manera de “cadena de unión”, pues tenía nudos de trecho en trecho. En total eran doce nudos, de tal manera conformados, en tramos de tres, cuatro y cinco nudos, que mediante ellos se podría construir el llamado triángulo sagrado. Estos nudos, al final de la Edad Media, se llamaban lacs d’amour (‘lazos de amor’); este nombre se podría vincular con el simbolismo manejado por Dante y los “Fieles de amor”. De tal manera que esos nudos se corresponden a los signos del Zodíaco. En efecto, el Zodíaco, en el interior del cual se mueven los planetas, constituye verdaderamente la envoltura del cosmos, es decir, ese “marco” de que hablábamos antes, y es evidente que se trata en realidad, según decíamos, de un “marco celeste”.
Ahora bien; hay aún otra cosa no menos importante: entre las funciones de un “marco”, quizá la principal es mantener en su sitio los diversos elementos que contiene o encierra en su interior, de modo de formar con ellos un todo ordenado, lo cual; como se sabe, es la significación etimológica misma de la palabra “cosmos” Ese marco debe, pues, en cierta manera, “ligar” o “unir” esos elementos entre sí, lo que está formalmente expresado por el nombre de “cadena de unión”, e inclusive de esto resulta, en lo que a ella concierne, su significación más profunda, pues, como todos los símbolos que se presentan en forma de cadena, cuerda o hilo, se refiere en definitiva al sûtrâtmâ. Esa función de ligar o unir corresponde en la gramática a la conjunción copulativa “i”, este apunte lo desarrollaremos más adelante.
Sobre el simbolismo del hilo, concretaremos que su significación esencial y propiamente metafísica es siempre la representación del sûtrâtmâ, el cual, tanto desde el punto de vista “macrocósmico” como desde el “microcósmico”, vincula todos los estados de existencia entre sí y con su Principio.
Poco importa, por lo demás, que en las diferentes figuraciones a que da lugar ese simbolismo se trata de un hilo propiamente, de una cuerda anudada o de una cadena, o de un trazado laberíntico, camino que uno está obligado a seguir de un extremo al otro para llegar a su término. Lo esencial en todos los casos es que se trata siempre de una línea sin solución de continuidad. El trazado de esta línea puede ser también más o menos complicado, así, el hilo o su equivalente puede replegarse sobre sí mismo formando entrelazamientos o nudos, ello se expresa, por el término de “nudo vital”. De alguna manera, esos hilos conforman las “líneas de fuerza” que definen la estructura del cosmos.
En la tradición china se reconoce el “Uno Supremo” (Tai-I). En la dinastía Han se convirtió en objeto de culto imperial, cuyo cariz claramente político aparece en la “gran unificación” (da i tong).
La palabra tong significa etimológicamente el extremo exterior del hilo de un capullo de seda, de ahí la idea de sucesión y de poder unificador. El capullo de seda se caracteriza por estar conformado por un solo hilo. Resaltemos que el concepto de “Cúlmen Supremo” o “Unidad”, homófono con nuestra “I”, se representa mediante un solo trazo, también como una I, en este caso horizontal pues además representa la viga cimera de un edificio, donde se asientan las dos vertientes norte y sur, correspondientes a las dos características yin y yang.

Mircea Eliade ha hablado de la “ambivalencia” del simbolismo de las ligaduras y los nudos. Debemos advertir a este respecto que una ligadura puede considerarse como lo que encadena o como lo que une, e inclusive en el lenguaje ordinario la palabra tiene generalmente ambos significados; en el simbolismo de las ligaduras, corresponde a ello dos puntos de vista que podrían decirse mutuamente inversos, y, si el más inmediatamente aparente de los dos es el que hace de la ligadura una traba, ello se debe a que ese punto de vista es en suma el del ser manifestado como tal, en cuanto se ve a sí mismo como “atado” a ciertas condiciones especiales de existencia y como encerrado por ellas en los límites de su estado contingente. Es de notar que comúnmente se dice, inadvertidamente, que la muerte es el “des-enlace” de la existencia individual; esta expresión, que por otra parte está también en relación con el simbolismo del teatro, es literalmente exacta. El otro punto de vista puede calificarse de verdaderamente universal, pues abarca la totalidad de los estados, y para comprenderlo basta remitirse a la noción del sûtrâtmâ: la ligadura, considerada. entonces en su extensión total es lo que los une, no solo entre sí, sino también, —repitámoslo— con su Principio mismo, de manera que, muy lejos de seguir siendo una traba, se convierte, al contrario, en el medio por el cual el ser puede alcanzar efectivamente su Principio, y en la vía misma que lo conduce a esa meta.
Ya en el primero de los dos puntos de vista a que acabamos de referirnos hay también una ambigüedad, aunque de otro orden, referida a la diferencia de los modos en que un ser, según su grado espiritual, puede apreciar el estado en que se encuentra, ambigüedad que el lenguaje traduce bastante bien por las significaciones que da a la palabra “apego” o “atadura” (attachement). En efecto, si se experimenta apego por alguien o por algo, si se le está “atado”, se considera, naturalmente, como un mal estar separado de ese objeto, inclusive cuando la separación deba en realidad traer aparejada la liberación con respecto a ciertas limitaciones, en las cuales uno se encuentra así mantenido por ese apego mismo. De modo más general, el apego de un ser a su estado, a la vez que le impide liberarse de las trabas inherentes a él, le hace considerar como una desdicha abandonarlo, o, en otros términos, le hace atribuir un carácter “maléfico” a la muerte a ese estado, la cual resulta de la ruptura del “nudo vital” y de la disolución del agregado que constituye la individualidad. Solo el ser a quien cierto desarrollo espiritual permite aspirar, por el contrario, a superar las condiciones de su estado, puede reconocer (réaliser) a éstas como las trabas que en efecto son, y el “desapego” que experimenta entonces respecto de ellas es ya, por lo menos virtualmente, una ruptura de esas trabas, o, si se prefiere otro modo de hablar quizá más exacto, pues nunca hay ruptura en el sentido propio del término, una transmutación de “lo que encadena” a “lo que une”, lo cual en el fondo no es sino el reconocimiento o la toma de conciencia de la verdadera naturaleza del sûtrâtmâ.

A propósito de esta ambivalencia de sentidos podemos poner el ejemplo de las reflexiones del zaragozano Abraham Abulafia. Según este autor, el objetivo de los estudios bíblicos están destinados a transformar el corazón anudado o cautivo del hombre y darle un conocimiento que le dará la libertad. El punto de partida de la concepción espiritual de Abulafia es que estamos sellados, anudados, trabados, y que, por lo tanto, debemos deshacer cada nudo de nuestro ser. La palabra «nudo», kesher (קשר) en hebreo, mediante el método Tseruf se transforma en lo que es virtualmente: una sheker (שקר) una mentira. El ser humano, transido de ese hilo divino, gracias a su mente o séjel, puede, efectivamente, cambiarse, modificar su destino. La idea de Abulafia es que este cambio se da dentro de un nivel subjetivo que también señala el nudo: en efecto, y por su valor numérico, kesher (rwq= 600) equivale a la voz sas ( שש ), regocijo, alegría, gozo espiritual. Sólo que para que tal cosa ocurra los nudos han de cambiar de lugar su sujeción, por cuanto el cuerpo debe constreñirse para que sea el alma la que vuele, en lugar de supeditarse a lo que normalmente ocurre, que el cuerpo se mueve y el alma está quieta, cautiva en su interior.

En esta introducción al simbolismo de la “Cadena” no abordamos otras facetas como las desarrolladas por Santo Tomás de Aquino en su obra “Catena Aurea”, en la que engarza los dichos de la Tradición Apostólica. . En Hebreo la palabra trinidad, terciar, triplicar se escribe (ŠLŠ) שלש , raíz de la palabra cadena, serie, engarzamiento (תלשלש), también de árbol genealógico (תלשלש ןיסחי) y de insertar (לשלש). En la tradición sufí se utiliza el término emparentado al-silsila, que también significando la cadena, designa la continuidad de la filiación espiritual a partir del Profeta. Ibn-Arabí de Murcia desarrolla esta idea de la transmisión espiritual o baraka, en su tratado Los Engarces de la Sabiduría, vinculando a Mahoma con Adán a través de Jesús.

San Pedro ad Víncula

Ahora intentaré encadenar o vincular estos conceptos con la misteriosa I latina que aparece en la torre mudéjar de la iglesia de Torralba. Esta iglesia está dedicada a San Pedro ad Víncula.
Reflexionemos sobre el significado ortográfico de la letra I. Esta letra en latín y antiguo español es la conjunción copulativa que vincula varios nombres u oraciones, es decir los encadena lógicamente.

En Torralba de Aragón, pequeño municipio ubicado al norte de la Sierra de Alcubierre. Se encuentra una iglesia singular. Elevada en lo más alto del cerro que domina la población, destaca la Iglesia parroquial de San Pedro ad Víncula. Bella construcción mudéjar del siglo XVI caracterizada por su esbelta torre dividida en cinco pisos y vistosa decoración de ladrillo resaltado con esquinillas. En su torre nos llama la atención la presencia de varias letras I con su punto en cerámica verde. Concretamente en cada cara aparecen 5 en el piso tercero y 4 en el cuarto.
Quiero destacar la relación que se puede establecer entre esta letra “I” con el nombre de la dedicación a San Pedro ad Víncula, es decir a san Pedro “en cadenas” o encadenado.
Entre tanto daremos algunos datos de esta tradición. El primero de agosto, la Iglesia Católica celebra la festividad de las cadenas del glorioso príncipe de los apóstoles San Pedro, libertado por el Señor de los hierros con que lo tenía amarrado Herodes Agrippa. La devoción a las cadenas de San Pedro dio pie a esta fiesta que de alguna manera se solapaba, con ella, la memoria de otra pagana que se celebraba en la misma fecha en honor de Marte, otro antiguo “señor de los hierros”. Cuenta la Tradición y los Evangelios que Herodes Agrippa después de haber hecho cortar la cabeza a Santiago el Mayor, tenía la intención de ejecutar al apóstol San Pedro después de la Pascua, para satisfacer al pueblo que pedía su cabeza. Tenía al apóstol preso "ad vincula" que significa entre cadenas, pero en víspera de la ejecución un ángel del Señor se apareció por la noche a Pedro en su cautiverio y le dijo: "Pedro, levántate, ponte el cinturón, toma tus vestidos y sígueme". Después de oír estas palabras, el Apóstol sintió que sus cadenas se aflojaban y caían por tierra.
Pasó por en medio de toda la guardia sin ser visto y milagrosamente salió de la ciudad.
Después de salir de la cárcel fue a Roma, donde escribió su primera carta a las iglesias que había fundado en Asia, manifestándose a partir de entonces su primacía sobre la Iglesia universal de modo más evidente. Posteriormente allí fue preso y murió mártir.

En Roma se construyó la primera iglesia dedicada al Apóstol San Pedro. Esta Iglesia es una de las “tituli”, es decir, de las primeras iglesias parroquiales en Roma. Es conocida como la Titulus Eudoxiae o la Eudoxiana. Debido a que Eudoxia recibió de su madre, esposa del emperador Valentiniano III, las cadenas que habían servido para retener a San Pedro en Jerusalén. Según la tradición, ella las había recibido de Juvenal, obispo de Jerusalén. Para guardar estas cadenas, Eudoxia hizo levantar un monumento, que hoy es conocido como la basílica de San Pedro ad vincula o eudoxiana
Se construyó sobre las ruinas de una villa imperial en el año 442, con el propósito de custodiar las cadenas que llevó San Pedro en dos ocasiones. Inicialmente en la prisión de Jerusalén de donde fue liberado por un ángel (Hechos de los Apóstoles, capítulos 5 y 12). Y posteriormente en la Cárcel Mamertina de Roma donde estuvo 9 meses hasta su ejecución mediante la crucifixión invertida.
Conforme a una antigua tradición, San Pedro fue condenado en una corte que se hallaba en el mismo terreno de la actual iglesia. El calendario de San Jerónimo la menciona con estas palabras: "En Roma, estación en San Pedro ad vincula". O en esta otra redacción: "Estación en el título de Eudoxia, donde los fieles besan las cadenas del apóstol Pedro".

Consta que en este templo se guardaban ya desde principios del siglo V las cadenas con que fuera, San Pedro, aprisionado en Roma en tiempos de Nerón, porque el obispo Aquiles de Spoleto consiguió el año 419 algunos eslabones de la misma, que depositó en su iglesia, en cuyas paredes mandó grabar unos versos de los que son este dístico que hoy figura como antífona en el oficio litúrgico:
Solue ivvente Deo terrarum Petre catenas
qui facis,vt pateant caelestia regna beatis.
"Desata, oh Pedro, por orden de Dios las cadenas de la tierra, tú que abres los reinos celestiales a los bienaventurados
."
Estas mismas ideas las expresaba el diácono Arator en el poema que declamó en la iglesia romana de San Pedro ad vincula, donde una lápida las reproduce para el visitante:
"Estas cadenas, oh Roma, afirman tu fe. Este collar que te rodea hace estable tu salvación. Serás siempre libre, por que ¿qué no podrán merecerte estas cadenas, que han atado a aquel que todo lo puede desatar? Su brazo invencible, piadoso aun en el cielo, no permitirá que estos muros sean abatidos por el enemigo. El que abre las puertas del cielo impedirá el paso a los que te hagan guerra".

La devoción a estas cadenas era tan intensa que el propio emperador Justiniano llegó a pedir desde Constantinopla una reliquia de las cadenas del apóstol, "si era posible". Y San Gregorio Magno refiere que de todas partes ambicionaban, por lo menos, unas limaduras de dichas cadenas, con las que se fabricaban piezas de orfebrería en oro y plata, añadiéndoles dichas limaduras.
Alguna vez se regalaron hasta eslabones, como a la catedral de Metz, que conserva uno, de suerte que la cadena guardada en el Esquilino no está completa. Comprende dos pedazos, uno de veintitrés eslabones, terminado en dos argollas semicirculares que servirían para aherrojar las manos o el cuello, y otro que sólo tiene once eslabones idénticos a los primeros y cuatro más pequeños. Son obra tosca de herrero, de la misma factura que otras cadenas antiguas que han llegado a nosotros. Pocas reliquias llegan a poseer tantos títulos de autenticidad como ésta.
Con el tiempo se confundió el origen de estas cadenas, pensando que solo fueran las que aprisionaron en la cárcel Mamertina a San Pedro, en la misma Roma. Posteriormente en el siglo VII un predicador relacionó la prisión en Roma de Apóstol Pedro con la de Jerusalén, y de alguna manera restableció el significado simbólico de las cadenas. Esta unificación iba apoyada en el hecho que la cadena de Jerusalén había sido llevada a Roma por Eudoxia, la emperatriz que contribuyera a reedificar la basílica del Esquilino.
En el siglo XIII se propagó la leyenda que conocemos como definitiva. La emperatriz Eudoxia, al ir en peregrinación a Jerusalén el año 429, recibió del patriarca Juvenal las cadenas que habían atado a San Pedro cuando la prisión de Herodes Agripa. Una parte de ellas las conservó en Jerusalén y la otra la regaló a su hija Eudoxia, que dos años antes había casado con el emperador Valentiniano III. La joven emperatriz mostró tan preciada reliquia al papa Sixto III, quien correspondió mostrando a su vez la otra cadena con que Nerón había aprisionado al santo apóstol antes de sentenciarle a muerte. Habiendo acercado el Papa una cadena a otra al instante se soldaron las dos tan perfectamente que parecían una sola.
Como consecuencia del milagro Eudoxia habría mandado edificar la basílica de San Pedro ad vincula en honor de la preciada reliquia.
Como vemos en el milagro de la soldadura instantánea, hace honor a esa esencia vinculante que poseen implícitamente las “cadenas”. Todavía queda el desarrollo del simbolismo del hilo y la red en relación al “Pescador” Pedro.

Carácter simbólico de la letra I
La letra i corresponde a la iod del alfabeto hebraico y por su forma, ella es en sí misma el elemento principal del que se derivan todas las demás letras. La reconocemos como la primera del Tetragrama, representa el Principio, de suerte que es considerada como constituyendo ella sola un nombre divino. La iod está relacionada con la mano, pues mano se dice iad en hebreo. Es necesario agregar que la letra correspondiente I del alfabeto latino es también, tanto por su forma rectilínea como por su valor en las cifras romanas, un símbolo de la unidad y lo que es al menos curioso, es que el sonido de esta letra es el mismo que el de la palabra china i, que, como lo hemos visto, significa igualmente la unidad, ya sea en su sentido aritmético, o ya sea en su transposición metafísica. Anteriormente refiriéndonos al “Uno Supremo” (Tai-I), el carácter i es también un trazo rectilíneo; no difiere de la letra latina I más que en que está colocado horizontalmente en lugar de estarlo verticalmente. Lo que nos llama mucho la atención es que Dante, en la Divina Comedia, hace decir a Adam que el primer nombre de Dios fue I, siendo el nombre que vino después Él, de tal forma que quedó Elí. (Paradiso XXVI, 133-134). - En un epigrama atribuido a Dante, la letra I es llamada la «novena figura», según su rango en el alfabeto latino, aunque el iod, al cual corresponde, sea la décima letra del alfabeto hebraico; por otra parte, se sabe que el número 9 tenía para Dante una importancia simbólica muy particular, como se ve concretamente en la Vita Nuova, lo que correspondería a la «primordialidad» del simbolismo «polar». Rene Guenon comentando el texto de Luigi Valli, Il Linguaggio segreto di Dante e dei «Fedeli d'Amore», refiere que Francesco da Barberino, en su Tractatus Amoris, se hizo representar a sí mismo en una actitud de adoración delante de la letra I. Todas estas concatenaciones ya sean las referidas al iod hebraico o del i chino, este «primer nombre de Dios», no es otra cosa, en definitiva, que la expresión misma de la Unidad principial.



La i como inicial en el nombre de Jesucristo, nos hace reflexionar más. IHS es el Monograma del nombre de Jesucristo. Desde el siglo tercero, los nombres de nuestro Salvador han sido ocasionalmente abreviados, particularmente en las inscripciones cristianas (por ejemplo, IH y XP, para abreviar Jesús y Christus). En el siglo siguiente, la "sigla", como así se denomina a la chi-rho, la encontramos, no solamente como una abreviatura, sino también como un símbolo. Desde el principio, sin embargo, en las inscripciones cristianas las nomina sacra, o nombres de Jesucristo, eran abreviados utilizando contracciones – IC y XC o IHS y XPS por Iesous Christos. También se utilizaba su primera letra I, porque además de ser la inicial de su nombre es a su vez la primera letra de las Escrituras Sagradas, ya sea la i del principio del Génesis, en el que comienza: in principio creavit Deus caelum et terram, o ya sea la i del comienzo del Evangelio de San Juan: in principio erat Verbum et Verbum erat apud Deum et Deus erat Verbum.


También se inicia con la i el icono mas antiguo de Jesucristo que fue el pez. En griego, los Peces fueron denominados como "Icthys". Nombre de Jesús y que es un acróstico del griego “Iesous Cristos Theou Hyios Soter" o "Jesús Cristo de Dios Hijo el Salvador"
Como dato adicional en el que se aprecia el grado de importancia dado al nombre sagrado de Jesús, comentaremos la forma de colocación litúrgica de las vestimentas eucarísticas en la sacristía
1. La Casulla - puesta con el frente boca abajo
2. El Manípulo- puesto verticalmente en el centro de la casulla como la letra I
3. La Estola - doblada para formar la letra H
4. Cíngulo - doblarlo en dos y colocarlo formando una letra S
5. El Alba - puesto como la casulla, boca abajo, doblando las mangas en forma de una letra X, y subiéndolo a la altura de la mesa.
6. El Amito- puesto sobre todo boca arriba, y cruzando las cintas a formar una cruz.



Otras consideraciones sobre la i
A propósito de la palabra considerar, su etimología viene de “sideros” estrella. Todas las estrellas giran alrededor de la Polar.
Cito un párrafo del texto de Joseph Campbell, "The Power of Myth”, en el que dice: “El centro del mundo es el centro del universo -- axis mundi – como usted sabe, el punto central corresponde a la estrella Polar alrededor de la cual gira todo. El punto central del mundo es el punto donde la quietud y el movimiento están juntos. El movimiento es al tiempo, como la quietud es la eternidad, tomando consciencia de la relación entre el momento temporal y el eterno, no 'momento', por siempre, es el sentido de la vida. Consciente de cómo este momento en tu vida es en realidad un momento de la eternidad, y la experiencia de el aspecto eterno de lo que se está realizando en la experiencia temporal es la experiencia mitológica"


De alguna manera la Polar representa el punto de la i y el discurrir de las estrellas la traza de la I.
Antiguamente en China, la balanza era el nombre de la Osa Mayor, esta era llamada la «Balanza de jade», es decir, según la significación simbólica del jade, Balanza perfecta. Esto está en consonancia con la denominación qur tuvieron en otras partes la Osa Mayor y la Osa Menor, estas fueron asimiladas a los dos platillos de una balanza.
Ahora bien, se sabe cual es la importancia dada tradicionalmente a esta constelación; y, en la tradición hindú, concretamente, la Osa Mayor (sapta-riksha) es considerada simbólicamente como la mansión de los siete Rishis, o los siete Sábios, estos representan la sabiduría angélica,. De alguna manera es como um «arca» en el que está encerrado el depósito del conocimiento tradicional.
A propósito, mencionaremos un símbolo «polar» que se encuentra en los antiguos rituales de la Masonería operativa: según algunos de estos rituales, la letra G está figurada en el centro de la bóveda, en el punto mismo que corresponde a la Estrella Polar, una plomada, suspendida de esta letra G, cae directamente en el centro de un swastika trazado sobre el piso, que representa así el polo terrestre. Esta es la «plomada del Gran Arquitecto del Universo», que, suspendida del punto geométrico de la «Gran Unidad». Se habla en el Siphra di-Tseniutha de la tradición hebraica, Que hay un punto del que está suspendida la balanza, y es sobre este polo donde reposa el equilibrio del mundo; y este punto es designado como «un lugar que no es», es decir, como lo «no manifestado», lo que corresponde, en la tradición extremo oriental, a la asimilación de la Estrella polar, en tanto que «techo del Cielo», al «lugar» del Principio mismo. De tal manera que los dos platillos de la balanza, con su movimiento alternativo de subida y de bajada, se refieren naturalmente a las vicisitudes del yin y del yang.
Esa letra G de la hemos hablado ha sido sido considerada como la inicial de God (Dios). En pricipio era una Iod que es lo que le da toda su verdadera significación bajo el punto de vista esotérico e iniciático. Ya hemos dicho que la letra iod, primera del Tetragrama, representa el Principio, de suerte que es considerada como constituyendo ella sola un nombre divino.
Hemos encontrado um mandil de la masonería que representa gráficamente estos comentarios que hemos hecho.

1 comentario:

juan moncayo dijo...

AGRADECIDO A TANTA ERUDICIÓN QUE RECONSTATA "LA VERDAD SIMBOLICA" QUE EN MUCHOS HA DESPERTADO DE UNA MANERA SIMPLE. MANERA QUE GOZA AL VERSE COMO REFLEJO DE LO ERUDITO AQUI DICHO.
ESTA VERDAD QUE COMO UN MANTO ABRIGA , AQUI ESTA MOSTRADA CON CONOCIMIENTO.

TENGAMOS PACIENCIA, Y SE NOS MOSTRARA LO NECESARIO, LO ÚNICO NECESARIO.