sábado, 28 de diciembre de 2013

Árbol lógico y la Y pitagórica


          En la tradicional cosmologia china el universo está formado por el Tao, traducido por sentido, via y que hace surgir una vez lo obscuro (yin) y una vez lo luminoso (yang). Lo luminoso y lo obscuro son las dos fuerzas primarias que se representan mediante un trazo continuo lo creativo o Yang  ------------, y mediante un trazo discontinuo o partido en dos ----    ----- lo receptivo o Yin. Estas dos fuerzas fundamentales engendran por duplicación  o potenciación  las cuatro  imágenes, y estas a su vez los ocho signos o trigramas, que combinados formaran los 64 hexagramas del Libro de las Mutaciones.



         Aquí he dibujado un esquemático árbol lógico en el que tras el tronco unidad se divide en dos ramas representativas del 0 y del 1, que a su vez se dividen progresivamente de la misma manera. Si, como en el gráfico, una serpiente surcara de forma alternativa las ramas izquierda y derecha de forma sinuosa llegaría al hexagrama Wei-chi que se encuentra en el Pilar. 

         La unidad indivisa se nombraba por la palabra «Chi», etimológicamente designaba a la viga maestra de un edificio, y es representado por un simple trazo, puesto como símbolo de la postulación de una unidad, y esta palabra es la que designa  el "Gran comienzo original" (T'ai Chi), que engendra las dos fuerzas fundamentales Yang y Yin.  


        Alguna vez he comentado que sobre esta cosmovisión se tuvo noticias en Europa, a raiz de los intercambios culturales promovidos por la actividad misionera de la Compañia de Jesús en China. Leibniz en 1697 había publicado los Novissima sinica  compuesta por una colección de cartas y ensayos de los misioneros jesuitas en la China. La obra llegó a manos del padre Joachim Bouvet, que acababa de regresar de la China y que había escrito a Leibniz sobre la antigua filosofía china, representada, en su opinión, en los 64 hexagramas del I- Ching.  Pero cuando Leibniz describe a Bouvet sus investigaciones sobre la aritmética binaria, es decir, el cálculo por 1 y por O (del que señalaba incluso las implicaciones metafísicas y el poder de representar la relación entre Dios y la Nada), Bouvet comprende que esta aritmética explica admirablemente la estructura de los hexagramas chinos. 


            En 1701 envía a Leibniz una carta (que Leibniz no recibe hasta 1703), a la que adjunta una grabación en madera de la disposición de los hexagramas atribuida al emperador legendario Fu-Xi, y que Leibniz, viendo su secuencia, interpretó como una progresión de los números binarios, reflexiones que expondrá en su Explication de l'arithmétique binaire (1703).      Leibniz analiza esta estructura para considerar solamente su forma y su capacidad combinatoria,  encontrando ese cálculo que puede ejercerse, con rigor cuantitativo, sobre nociones cualitativas.   De esa forma se encontró ante un antecedente de la caracteristica y del  pensamiento ciego, que tanto rumiaba. . Estos 1 y estos O son los  auténticos símbolos ciegos y su sintaxis funciona, y permite realizar descubrimientos antes de asignar cualquier posible significado a las secuencia que produce. Leibniz se anticipa  a la lógica matemática de George Boole; pero se anticipa también al auténtico lenguaje de los ordenadores,  lenguaje con el que el programador proporciona instrucciones al ordenador y el lenguaje con el que el ordenador « ejecuta», sin «saber» qué significan las instrucciones que recibe y elabora en términos puramente binarios.



  
       Atendiendo a las teorias modernas de la informática y sus aplicaciones cibernéticas, cuyo padre, el matemático estadounidense  Norbert Wiener (1894 - 1964), atribuye a Leibniz el mérito de precursor, al fundamentar el funcionamiento de las máquinas de calcular en el sistema binario.   
    Basándonos en estos antecedentes pasaremos a analizar este mismo     escrito que usted tiene en sus manos, y que  contiene una cantidad apreciable de información. El soporte físico de esa información es el papel y las tintas empleadas en la impresión, pero la información reside en la secuencia de signos que llamamos texto. Se han ideado otros muchos métodos de almacenar y transmitir información, pero en todos los casos el principio básico es el mismo: la diversidad de configuraciones que pueden adoptar los elementos de un conjunto típico o alfabeto. En algunos casos, como en el de las imágenes de una pantalla de televisión, cuyos elementos son puntos apagados o encendidos, dichas configuraciones son bidimensionales; aunque también las hojas de este escrito tienen dos dimensiones, sí quisiéramos podríamos escribir el texto como un larguísimo  renglón  unidimensional:  una secuencia lineal y aperiódica de signos constituye el tipo más simple posible de mensaje. Tenemos como ejemplo el sistema Morse, que solo utiliza dos determinantes, el punto y la raya, o el sistema Braille, que utiliza la presencia o ausencia de puntos táctiles sobre una estructura de seis puntos, como en el dominó, y que se pueden representar sesenta y cuatro determinantes.


 Aquí he  tallado unas esculturas  con el hexagrama Wei-chi que se encuentra en el Pilar. 

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