miércoles, 23 de abril de 2014

La mezuzah y su simbolismo


    En la imagen aparece un Mezuzá que he tallado en  mármol de Carrara. Como se puede ver, asoma por la puerta el nombre Shadai, compuesto por las letras hebraicas Shin, Dalet y iod (SDJ). palabra "שַׁדַּי", "Shadai", uno de los nombres de Dios. 


                  Estas tres letras es también un acróstico de las palabras hebreas “Shomer Delatot Israel” que significan “El Señor guarda las puertas de Israel”.       El nombre Shadai, guematrícamente vale 314,  es decir que su valor numerológico es el sumatorio de 300 + 4 + 10 =  314, de alguna manera simboliza al número PI.  El mezuzah se coloca en el dintel de la puerta, es decir en el eje donde ella gira y en el que describe un círculo como el compás.  Es una costumbre y tradición judia tomada de Deuteronomio, 6: 4-9, 
 4.         Escucha. ¡oh Israel!: El Señor, nuestro Dios. es el úníco Señor
5.         Amarás al Señor, tu Dios. con todo tu corazón, y con toda tu alma,
       y con todas tus fuerzas
6.Y estos mandamientos, Que Yo te doy en este día. estarán estampados
        en tu corazón.
7.         Y los enseñarás a tus hijos. y en ellos meditarás sentado en tu casa y andando de viaje y al acostarte y al levantarte.
8. Y los has de traer para memoria ligados en tu mano. y pendientes ante tus
      ojos
9. Y los escribirás en las jambas y en las puertas de tu casa.

         Este texto se escribe sobre un pergamino, siendo enrrollado e insertado dentro del mezuzah y colgado en el dintel derecho de la puerta, a la altura de los ojos.


   También este valor de 3 x 14 corresponde al de "Metatron", el angel portador del Nombre, o ángel de la Faz.  Así la testificación de la Fé formulada mediante las tres palabras de catorce letras Adonaï Elohenou Adonaï de la oración cotidiana «Shemá Israël».
Correspondiendo los tres nombres a las tres ramas de la letra Shin de Shaddai, y las catorce letras hebraicas de los tres nombres, al valor numerológico de catorce de Dalet-Iod, del mismo nombre Shaddai.


 Moises Maimónides en su Código (Hilkôt Mezûzah V, 4), comenta sobre
Tres signos testimonian ante  los judios la omnipotencia de Dios: Los Tefillin sobre la cabeza y el brazo, las Tzitzot sobre el vestido y la Mezuzah en las puertas.
Las letras de la palabra Shadai son el acrostico de Shomer delatot Israel que significa El Señor cuida las puertas de Israel.


A continuación añado unas imágenes de la película Ben-Hur. El guión se basa en la amistad traicionada entre un oficial romano, Messala, y un príncipe judío, Judá Ben-Hur,  condenado de por vida a las galeras, tras ser acusado injustamente de intentar asesinar al  prefecto romano Valerio Grato, predecesor de Pilatos en el cargo, y de ver confinadas en mazmorras a su madre y su hermana. 


El film narra la historia de la odisea de Ben-Hur, superada por alimentar un profundo sentimiento de odio y venganza, que alcanzará la redención a través del amor y el perdón inspirados en las enseñanzas y el ejemplo de un joven rabí de Nazareth,  juzgado y condenado a morir crucificado.



Gran parte de la película fue rodada en los fastuosos decorados de los estudios italianos de Cinecittá. Aquí la mezuzah esta colocada inclinada con la parte superior apuntando hacia adentro. La razón por la posición diagonal es interesante: había una controversia entre las autoridades halájicas sobre si la Mezuzá debía ser colocada horizontalmente o de forma vertical. De esta manera (diagonal) se cumple con ambas opiniones. 
Aquí. en la imagen siguiente, aparece el hueco realizado en el dintel para colocar la mezuzah, corresponde a un portal del barrio judio de Luesia (Zaragoza)








viernes, 7 de marzo de 2014

El sufrimiento de los seres humanos. Paul Evdokimov





        Paul Evdokimov nace en San Petersburgo (Rusia). Se educa en un ambiente religioso, lleno de valores cristianos en su ciudad natal, hasta que hubo de emigrar con su familia, por motivos políticos: la revolución bolchevique de 1917.



        Su vida de juventud se desarrolla entre los estudios y el conocimiento cada vez mayor del hecho religioso. Se gradúa en la Escuela Militar, a la vez que cursa estudios de Teología en la Escuela Superior de Teología de Kiev. Siendo un alumno aventajado en el currículum teológico, acabará sus estudios en el Instituto de Teología San Sergio de París (1928).

        Precisamente aquí, en este Instituto, es donde nuestro pensador ruso se forjó como uno de los intelectuales ortodoxos más sobresalientes del siglo XX. Fue discípulo de Sergéi Bulgákov y del obispo Casiano. Llegó a ser, después de la II Guerra Mundial, profesor del Instituto en las materias de Patrística y Teología sistemática.

        Pero su dedicación a los estudios no acaba con la Teología. En 1942 Evdokimov se doctora en Filosofía por la Universidad de Aix-en-Provence (Francia), ampliando sus conocimientos sobre el saber humano, que puso al servicio de la comunidad universitaria durante toda su vida. De ahí que en 1954 fuese nombrado profesor de Teología Moral en el Instituto ruso-ortodoxo San Sergio, y se le otorgara, por el propio Instituto, el doctorado en Teología (1962).

        De entre sus obras podemos destacar: Dostoievski y el problema del mal (1942); El matrimonio, sacramento del amor (1944); Ortodoxia (1959); Gogol y Dostoievski en el Descenso a los Infiernos (1961); El Sacramento del Amor (1962); La oración de la Iglesia (1966);
 Las edades de la vida espiritual. Ed. Sígueme. (1964).

Paul Evdokimov  nos transmite la esperanza de que todavía no hay nada perdido, sustentados en la victoria divina de la Resurrección. Y, apoyándose en las palabras de Zossyma, de Los hermanos Karamazov, Dostoievski afirma: "El infierno y el paraíso no son una indemnización, un castigo o un premio, sino calificaciones de la vida que el hombre mismo crea y con la que prepara su destino".



Las edades de la vida espiritual

El Sufrimiento de los seres humanos 

Sin haber recibido armazón dogmático, el tema del infierno y de su destino, constantemente presente en la liturgia, se universa­liza. El mal no es una sustancia. Una voluntad pervertida, cons­ciente y celosa de su autonomía, dinámica en sus transgresiones de las normas, multiplica las distancias y las ausencias. El ser malvado vive como un parásito formando excrecencias, inflama­ciones malignas. Lo que le sustrae al ser, se lo añade en mal. Pue­de hacerlo: Dios ha creado «otra libertad», y el riesgo que Dios ha asumido anuncia ya al «varón de dolores» y perfila la sombra de la cruz, porque, según la sentencia de los padres, Dios puede todo menos obligar al hombre a amarlo... En la espera del ama­do, Dios renuncia a su omnipotencia, asume una kénosis1 bajo la figura del «Cordero inmolado desde la fundación del mun­do» (Ap 13, 8). Su destino entre los hombres queda a expensas del fiat de la humanidad. Para asegurar la libertad de este fiat, Cristo renuncia incluso a su omnisciencia. La aparente pasivi­dad de Dios oculta, según san Gregorio Nacianceno, «el sufri­miento del Dios impasible»... Dios prevé lo peor y su amor no hace sino permanecer vigilante, porque el hombre puede recha­zar a Dios y construir su vida sobre su rechazo. Lo lleve quien lo lleve, el amor o la libertad, ambos son infinitos y el infierno plan­tea esta cuestión.
El Oriente permanece ajeno a todo principio jurídico, peni­tencial; su concepción del pecado y su actitud hacia el pecador es esencialmente terapéutica; requiere no un tribunal, sino una clí­nica. 



Sin «prejuzgar» nada, la Iglesia se abandona a la filantropía de Dios y refuerza su oración por los vivos y por los muertos. Al­gunos, los más grandes entre los santos, encuentran la audacia y el carisma de orar incluso por los demonios. Es posible que el ar­ma más mortífera contra el Maligno sea justamente la oración de un santo, y que el destino del infierno dependa también de la ca­ridad de los santos. El hombre se prepara por sí mismo su propio infierno al cerrarse al amor divino, que permanece sin cambio: «No es justo decir que los pecadores en el infierno están privados del amor de Dios... Pero el amor actúa de dos formas diferentes: se convierte en sufrimiento para los reprobados y en alegría para los bienaventurados ... ».
Todo fiel ortodoxo, al acercarse a la mesa santa, confiesa: «Yo soy el primero de los pecadores», lo cual quiere decir el más grande o, más exactamente, sin comparación, sin medida posible, «el único pecador». San Ambrosio, como pastor y liturgista, lo explica y ofrece una fórmula concisa y lapidaria: «El mismo hombre es, a la vez, condenado y salvado»'. San Isaac, como as­ceta, ofrece otra: «Aquel que ve su pecado es más grande que el que resucita a los muertos». Una visión parecida de la realidad desnuda saca su última y paradójica consecuencia: un hombre muy simple confiesa a san Antonio: «Mirando a los que pasan, me digo: todos serán salvados, sólo yo seré condenado», y san Antonio, concluía: «El infierno existe verdaderamente, pero sólo para mí...». A este amor de los hombres responde la espléndida palabra de un místico musulmán: «Si tú me pones en medio de los que están en la gehenna, pasaré mi eternidad hablando con ellos de mi amor por ti»4.



Retomando la palabra de san Ambrosio, puede decirse que el mundo en su totalidad está también «a la vez condenado y salva­do». Es más, puede ser que el infierno, en su misma condena­ción, encuentre su propia trascendencia. Parece que se verifica ahí el sentido de la palabra que Cristo habría dicho a un starets contemporáneo, Silvano de Athos: «Guarda tu espíritu en el in­fierno, pero no desesperes ... »1.
Péguy reprochaba a Dante que visitara el infierno como «tu­rista»; otra manera de descender a él es la de los grandes espiri­tuales'. «La luz de Cristo ilumina a todo hombre que viene a es­te mundo», dice la oración de prima; incluso inconscientemente, todos llevan sus misteriosas huellas. No es tarea, pues, de los cristianos el desesperar, sino escuchar a Cristo que dice a la Igle­sia una de las palabras más graves, tal vez, que puedan ofrecerse al oído para su apostolado: «Quien os recibe a vosotros, me reci­be a mí...». El destino del mundo depende de nuestra pericia pa­ra ser testigos de Pentecostés, también depende de nuestra cari­dad creativa ante la dimensión infernal del mundo.
Está todo eso que la teología enseña sobre la condenación del mundo: «Caín, ¿dónde está tu hermano Abel?». Y está el miste­rio de la Iglesia a la luz de la oración sacerdotal de Cristo (Jn 17): «Abel, ¿dónde está tu hermano Caín?». El amor de Dios es­tá «al comienzo» (1 Jn 4, 9-10), como un acontecimiento tras­cendente a toda respuesta. Los dos paráclitos vienen para salvar. En su profundidad última, el amor se presenta desinteresado, co­mo la pura alegría del amigo del Esposo, como la alegría que subsiste por sí misma, una alegría a priori para todos. En Jn 14, 28, Jesús pide a sus discípulos que estén alegres, llenos de una enorme alegría cuya motivación está más allá del hombre, en la existencia objetiva de Dios. En esta alegría limpia y realmente li­bre se juega la salvación del mundo. Jn 13, 20 estimula nuestra creatividad para que descubramos la manera de que Cristo sea «aceptado», «recibido» por el mundo. Es hora de que la Iglesia no hable más de Cristo, sino de que se convierta en Cristo. El ce­náculo amplía sus paredes hasta los confines del mundo, de este mundo rebelado, opuesto a Dios. Dios ha amado al mundo en su pecado (Jn 3, 16; 12, 32). La esposa adopta la figura del Esposo. Ella es el pan eucarístico, la comunión, la amistad. Su luz no alumbra sólo por alumbrar, ella transforma la noche en un día que no puede ya declinar.


Más que nunca, el mundo busca un don inmediato que sea ca­paz de unir a los hombres, busca al «hermano humano». Aquí es donde la caridad cristiana, que no calcula, que no mide ni limita, puede hacer -ella sola- que estalle el mundo cristiano cerrado hacia aquel que está más alejado de Cristo, porque Cristo espera ser recibido por ese. San Simeón se ha considerado «el pobre hermano de todos los hombres» y realmente lo era. El hombre nuevo no se crea en las fábricas marxistas de la confrontación so­cial. La «criatura nueva» tiene su origen en el Espíritu santo que forma las «almas apostólicas». Ella toma en serio su fe y hace co­sas sumamente simples cuando son vistas a la luz de la fe evan­gélica: resucitar a los muertos cuando el Señor le dice que lo ha­ga... La hora histórica es tan terrible, que convoca a todas las fuerzas de la fe, y esta es la razón por la que san Pedro cita la pro­fecía de Joel y anuncia la abundancia de dones, pentecostés re­doblando su efusión en los tiempos preapocalíticos.


Todo bautizado es un ser invisiblemente estigmatizado, por­tador de una profunda herida del destino de los otros, de todos los otros,, y añade algo al sufrimiento de Cristo, que ha entrado en agonía hasta el fin del mundo. «Imitar» a Cristo es seguirle en su descenso al fondo del abismo de nuestro mundo; la «imi­tación» es la configuración con el Cristo total, y este es, según Orígenes, el mártir'; porque «el amor a Dios y el amor a los hombres son dos aspectos de un único amor total»'. Mi actitud personal, siempre única, consiste en luchar contra mi infierno, que me amenaza si no amo para salvar a los demás; será salvado aquel que salve. Pero un deslizamiento casi imperceptible hacia el activismo lleva a decir: «Yo te amo para salvarte», el alma
apostólica dirá: «Yo te salvo porque te amo»... Durante cada li­turgia cantamos: «Hemos visto la verdadera luz, hemos recibido el Espíritu celeste», y es el pentecostés dominical; él no engaña, sino que en su don una llamada imperiosa se deja oír: ¿cómo traspasar esta experiencia transformadora de la luz al infierno del mundo de hoy?...



l. Kénosis: humillación, abajamiento, velo de humildad que oculta la divi­nidad del Verbo en su Encarnación. Cf. Flp 2, 7.
2. Isaac el Sirio, en PG 34, 5440. Cf. Orígenes, De Principüs III, 6, 5; Gre­gorio de Nisa, Oratio catechetica magna XXVI, 5, 9; Ambrosiaster, Comenta­rio a la Carta a los efesios 111, 10.
3. PL XV, 1502, citado por O. Clément, Notes sur le mal: Contacts 31, 204. 4. R. Khawam, Propos d Amour des mystiques musulmans, Paris 1960.
5. Citado por el archimandrita Sophrony, Messager de 1'Exarchat du Pa­triarche Russe 26, 96.
6. Cf. archimandrita Spiridon, Mes missions en Sibérie, Paris 1950, 44.
7. Orígenes, Exhortación al martirio. Sobre la oración, Salamanca 1991. 8. Máximo el Confesor, en PG 91, 401 D.







viernes, 10 de enero de 2014

El laberinto y la danza


          El Laberinto y la danza

Como se vé en los dibujos estos laberintos, todos están generados topológicamente por la rotación del más simple diseño de "greca". Si recorremos esta greca veremos que dibujaremos una S.  Este símbolo es la forma más sencilla de la doble espiral, y desempeña un papel extremadamente importante en el arte tradicional de los países más diversos, y concretamente en el de la Grecia arcaica.


      Como podemos observarlo en sus grecas ornamentales.  Algunos estudiosos del simbolismo han dicho justamente, que esta doble espiral puede considerarse como la proyección plana de los dos hemisferios del Andrógino. Así mismo ofrece la imagen del ritmo alternado de la evolución y de la involución, del nacimiento y de la muerte. Representan la manifestación y la misma revolución del mundo alrededor de su eje, pero bajo el doble punto de vista, es decir si lo observamos  respectivamente desde uno y otro de los dos polos; y estos dos sentidos de rotación expresan en efecto la doble acción de la fuerza cósmica de que se trata, doble acción que es en el fondo la misma cosa que la dualidad del yin y del yang . 



Estos laberintos  no son como añgunos barrocos que tienen puntos sin salida, estos podían recorrerse de extremo a extremo sin encontrar en ninguna parte punto de interrupción ninguno que obligara a detenerse o a rehacer el camino, de modo que constituían en realidad una vía muy larga que debía cumplirse enteramente antes de llegar al centro. En ciertos casos, como en Amiens, el “maestro de obra” se había hecho representar en la parte central, así como Vinci y Durero inscribían en ella sus nombres; se situaban así simbólicamente en una “Tierra Santa”, es decir, en un lugar reservado a los “elegidos”, o en un centro espiritual que era, en todos los casos, una imagen o reflejo del verdadero “Centro del Mundo”, a través de cuya serie indefinida el ser ha debido “errar” primero, antes de poder establecerse en ese centro.




                 La línea continua es entonces la imagen del sûtrâtmâ que une todos los estados de ser  entre sí, y, por lo demás, en el caso del “hilo de Ariadna” en conexión con el recorrido del laberinto, encontrado en Grecia, cerca de Corinto, dos modelos de arcilla, reducidos, de casas pertenecientes a la época arcaica llamada “geométrica”; en los muros exteriores se ven meandros que rodean la casa y cuyo trazado parece haber constituido en cierto modo un “sustituto” del laberinto.

                   

         En la medida en que éste representaba una defensa, sea contra los enemigos humanos, sea, sobre todo, contra los influjos psíquicos hostiles, pueden considerarse también esos meandros como dotados de un valor de protección, e incluso doble, al impedir no solo a los influjos maléficos penetrar en la morada, sino además a los influjos benéficos salir de ella y dispersarse en el exterior. Este diseño lo encontramos en las plazas de toros, en las que para protejerse tras el burladero se debe trazar una evasiva “s”. 




  Otro ejemplo notable, desde el punto de vista del simbolismo de los “encuadres”, está dado por ciertos caracteres chinos que se referían primitivamente a ritos de fijación o estabilización consistentes en trazar círculos concéntricos o una espiral en torno de los objetos; el carácter heng, que designa tal rito, estaba formado en la escritura antigua por una espiral o dos círculos concéntricos entre dos rectas.

        

En todo el mundo antiguo, las nuevas fundaciones, ya se tratara de campamentos, de ciudades o de aldeas, eran “estabilizadas” trazando espirales o círculos en torno de ellas“Gracias a un conocimiento convenientemente encuadrado (chie), marchamos a pie llano por la gran Vía”. Tao-te King,  cap. LIII,


  Reconozcamos ese diseño sinuoso en la vista aérea de Venecia.



  Podemos relacionar el movimiento masculino, frontal y rectilíneo del toro con el femenino baile sinuoso del torero. Esa especie de lid española tan parecida al Jujutsu, término japonés que se traduce literalmente como "el arte de cumplimiento" o el arte de usar la fuerza indirectos para derrotar a un oponente, en lugar de la fuerza directa.
   

 La investigación sobre el laberinto nos deriva hacia su relación con la danza. Los testimonios literarios y arqueológicos sobre danzas y juegos laberínticos son de lo más primitivos, tanto por la antigüedad como por sus características. La propia topología del laberinto -como espiral de doble sentido (o meandro) proyectada hacia dentro y fuera. El recorrido por su sendero es un gesto primigenio, que permanece evocador, donde quiera que aparezca. Una danza de laberinto es mencionada y descrita por primera vez en Grecia en la Ilíada:


 "El muy ilustre cojitranco (Hefesto) bordó también una pista de baile semejante a aquella que una vez en la basta Creta el arte de Dédalo fabricó para Ariadna, la de bellos bucles. Allí zagales y doncellas, que ganan bueyes gracias a la dote, bailaban con las manos cogidas entre sí por las muñecas. Ellas llevaban delicadas sayas, y ellos vestían túnicas bien hiladas, que tenían el suave lustre del aceite. Además, ellas sujetaban bellas guirnaldas, y ellos dagas áureas llevaban, suspendidas de argénteos tahalíes. Unas veces corrían formando círculos con pasos habilidosos y suma agilidad, como cuando el torno, ajustado a sus palmas, el alfarero prueba tras sentarse delante, a ver si marcha, y otras veces corrían en hileras, unos tras otros".

Si bien Homero no utiliza el término laberinto. Pues originariamente no se llamaba labyrinthos aquello que se representaba a través de la danza, la transferencia de la palabra labyrinthos a la danza no tenía por qué producirse.


        No obstante, la definición de las danzas de laberinto está en todo caso tan asegurada como la de la espiral laberíntica: o bien a través de los mismos personajes mitológicos o por la propia forma. Homero conoce un lugar para la danza (chorós), que Dédalo había preparado en Cnosos para Ariadna.



  Parece ser que los danzantes se movían en círculo, en dos grupos y en unión, "un grupo bailaba al encuentro del otro". Esto debió ocurrir, necesariamente, cuando la hilera giraba en una línea espiral o meandro, o bien cuando volvía sobre sus pasos dentro de la figura laberíntica compleja.   Según  comentario de los escolios, Teseo habría interpretado esta danza junto con los supervivientes después de vencer al Minotauro, imitando su caminar por el laberinto -entrada y salida- . El arte de esta danza se lo había enseñado Dédalo.     

sábado, 28 de diciembre de 2013

Árbol lógico y la Y pitagórica


          En la tradicional cosmologia china el universo está formado por el Tao, traducido por sentido, via y que hace surgir una vez lo obscuro (yin) y una vez lo luminoso (yang). Lo luminoso y lo obscuro son las dos fuerzas primarias que se representan mediante un trazo continuo lo creativo o Yang  ------------, y mediante un trazo discontinuo o partido en dos ----    ----- lo receptivo o Yin. Estas dos fuerzas fundamentales engendran por duplicación  o potenciación  las cuatro  imágenes, y estas a su vez los ocho signos o trigramas, que combinados formaran los 64 hexagramas del Libro de las Mutaciones.



         Aquí he dibujado un esquemático árbol lógico en el que tras el tronco unidad se divide en dos ramas representativas del 0 y del 1, que a su vez se dividen progresivamente de la misma manera. Si, como en el gráfico, una serpiente surcara de forma alternativa las ramas izquierda y derecha de forma sinuosa llegaría al hexagrama Wei-chi que se encuentra en el Pilar. 

         La unidad indivisa se nombraba por la palabra «Chi», etimológicamente designaba a la viga maestra de un edificio, y es representado por un simple trazo, puesto como símbolo de la postulación de una unidad, y esta palabra es la que designa  el "Gran comienzo original" (T'ai Chi), que engendra las dos fuerzas fundamentales Yang y Yin.  


        Alguna vez he comentado que sobre esta cosmovisión se tuvo noticias en Europa, a raiz de los intercambios culturales promovidos por la actividad misionera de la Compañia de Jesús en China. Leibniz en 1697 había publicado los Novissima sinica  compuesta por una colección de cartas y ensayos de los misioneros jesuitas en la China. La obra llegó a manos del padre Joachim Bouvet, que acababa de regresar de la China y que había escrito a Leibniz sobre la antigua filosofía china, representada, en su opinión, en los 64 hexagramas del I- Ching.  Pero cuando Leibniz describe a Bouvet sus investigaciones sobre la aritmética binaria, es decir, el cálculo por 1 y por O (del que señalaba incluso las implicaciones metafísicas y el poder de representar la relación entre Dios y la Nada), Bouvet comprende que esta aritmética explica admirablemente la estructura de los hexagramas chinos. 


            En 1701 envía a Leibniz una carta (que Leibniz no recibe hasta 1703), a la que adjunta una grabación en madera de la disposición de los hexagramas atribuida al emperador legendario Fu-Xi, y que Leibniz, viendo su secuencia, interpretó como una progresión de los números binarios, reflexiones que expondrá en su Explication de l'arithmétique binaire (1703).      Leibniz analiza esta estructura para considerar solamente su forma y su capacidad combinatoria,  encontrando ese cálculo que puede ejercerse, con rigor cuantitativo, sobre nociones cualitativas.   De esa forma se encontró ante un antecedente de la caracteristica y del  pensamiento ciego, que tanto rumiaba. . Estos 1 y estos O son los  auténticos símbolos ciegos y su sintaxis funciona, y permite realizar descubrimientos antes de asignar cualquier posible significado a las secuencia que produce. Leibniz se anticipa  a la lógica matemática de George Boole; pero se anticipa también al auténtico lenguaje de los ordenadores,  lenguaje con el que el programador proporciona instrucciones al ordenador y el lenguaje con el que el ordenador « ejecuta», sin «saber» qué significan las instrucciones que recibe y elabora en términos puramente binarios.



  
       Atendiendo a las teorias modernas de la informática y sus aplicaciones cibernéticas, cuyo padre, el matemático estadounidense  Norbert Wiener (1894 - 1964), atribuye a Leibniz el mérito de precursor, al fundamentar el funcionamiento de las máquinas de calcular en el sistema binario.   
    Basándonos en estos antecedentes pasaremos a analizar este mismo     escrito que usted tiene en sus manos, y que  contiene una cantidad apreciable de información. El soporte físico de esa información es el papel y las tintas empleadas en la impresión, pero la información reside en la secuencia de signos que llamamos texto. Se han ideado otros muchos métodos de almacenar y transmitir información, pero en todos los casos el principio básico es el mismo: la diversidad de configuraciones que pueden adoptar los elementos de un conjunto típico o alfabeto. En algunos casos, como en el de las imágenes de una pantalla de televisión, cuyos elementos son puntos apagados o encendidos, dichas configuraciones son bidimensionales; aunque también las hojas de este escrito tienen dos dimensiones, sí quisiéramos podríamos escribir el texto como un larguísimo  renglón  unidimensional:  una secuencia lineal y aperiódica de signos constituye el tipo más simple posible de mensaje. Tenemos como ejemplo el sistema Morse, que solo utiliza dos determinantes, el punto y la raya, o el sistema Braille, que utiliza la presencia o ausencia de puntos táctiles sobre una estructura de seis puntos, como en el dominó, y que se pueden representar sesenta y cuatro determinantes.


 Aquí he  tallado unas esculturas  con el hexagrama Wei-chi que se encuentra en el Pilar. 

martes, 24 de diciembre de 2013

La Luz del Pesebre


      “Es necesario recoger de nuevo las palabras del suelo, encenderlas en la llama de nuestra luz interior, soplarlas y que se conviertan en chispas de vida para el oido que nos oye”.


     Allí reclinó al niño en un pesebre, y el buey y el asno lo adoraron". En hebreo pesebre  ת ו ר ו א (auruth) es el plural femenino de luz ה ר ו א (aure) derivado de "aur", el sol, la luz, la revelación. Según Fredéric du Portal basándose en anotaciones que hizo Champollion en su expedición científica cuando iba con su flotilla hacia el Nubia, el pesebre para rebaños de bueyes era el nombre jeroglífico de la ciudad de Tebas y estaba consagrado a Amón-Ra, el dios luz. Podemos imaginarnos al sol naciente iluminando con sus primeros rayos la paja de los pesebre, convirtiendo al mismo en cuna de luz. Asimismo en las pinturas del motivo navideño, la paja donde está acunado el Niño Jesús, es bujía que ilumina con sus rayos toda la cueva.

                                              Misal de Salzburgo