En la tradicional cosmologia china el universo está formado por el
Tao, traducido por sentido, via y que hace surgir una vez lo obscuro (yin) y
una vez lo luminoso (yang). Lo luminoso y lo obscuro son las dos fuerzas
primarias que se representan mediante un trazo continuo lo creativo o Yang ------------, y mediante un trazo
discontinuo o partido en dos ---- ----- lo receptivo o Yin. Estas dos fuerzas
fundamentales engendran por duplicación
o potenciación las
cuatro imágenes, y estas a su vez
los ocho signos o trigramas, que combinados formaran los 64 hexagramas del
Libro de las Mutaciones.
Aquí he dibujado un esquemático árbol lógico en el que tras el tronco unidad se divide en dos ramas representativas del 0 y del 1, que a su vez se dividen progresivamente de la misma manera. Si, como en el gráfico, una serpiente surcara de forma alternativa las ramas izquierda y derecha de forma sinuosa llegaría al hexagrama Wei-chi que se encuentra en el Pilar.
La unidad indivisa se
nombraba por la palabra «Chi», etimológicamente designaba a la viga maestra de
un edificio, y es representado por un simple trazo, puesto como símbolo de la
postulación de una unidad, y esta palabra es la que designa el "Gran comienzo original"
(T'ai Chi), que engendra las dos fuerzas fundamentales Yang y Yin.
Alguna vez he comentado
que sobre esta cosmovisión se tuvo noticias en Europa, a raiz de los
intercambios culturales promovidos por la actividad misionera de la Compañia de
Jesús en China. Leibniz en 1697 había publicado los Novissima sinica compuesta por una colección de cartas y
ensayos de los misioneros jesuitas en la China. La obra llegó a manos del padre
Joachim Bouvet, que acababa de regresar de la China y que había escrito a
Leibniz sobre la antigua filosofía china, representada, en su opinión, en los
64 hexagramas del I- Ching. Pero
cuando Leibniz describe a Bouvet sus investigaciones sobre la aritmética
binaria, es decir, el cálculo por 1 y por O (del que señalaba incluso las
implicaciones metafísicas y el poder de representar la relación entre Dios y la
Nada), Bouvet comprende que esta aritmética explica admirablemente la
estructura de los hexagramas chinos.
En 1701 envía a Leibniz una carta (que
Leibniz no recibe hasta 1703), a la que adjunta una grabación en madera de la
disposición de los hexagramas atribuida al emperador legendario Fu-Xi, y que
Leibniz, viendo su secuencia, interpretó como una progresión de los números
binarios, reflexiones que expondrá en su Explication de l'arithmétique binaire
(1703).
Leibniz analiza esta estructura para considerar solamente su forma y su
capacidad combinatoria,
encontrando ese cálculo que puede ejercerse, con rigor cuantitativo,
sobre nociones cualitativas. De esa forma se encontró ante un
antecedente de la caracteristica y del
pensamiento ciego, que tanto rumiaba. . Estos 1 y estos O son los auténticos símbolos ciegos y su
sintaxis funciona, y permite realizar descubrimientos antes de asignar
cualquier posible significado a las secuencia que produce. Leibniz se
anticipa a la lógica matemática de
George Boole; pero se anticipa también al auténtico lenguaje de los
ordenadores, lenguaje con el que
el programador proporciona instrucciones al ordenador y el lenguaje con el que
el ordenador « ejecuta», sin «saber» qué significan las instrucciones que
recibe y elabora en términos puramente binarios.
Atendiendo a las teorias
modernas de la informática y sus aplicaciones cibernéticas, cuyo padre, el
matemático estadounidense Norbert
Wiener (1894 - 1964), atribuye a Leibniz el mérito de precursor, al fundamentar
el funcionamiento de las máquinas de calcular en el sistema binario.
Basándonos
en estos antecedentes pasaremos a analizar este mismo escrito que usted tiene en sus manos, y
que contiene una cantidad
apreciable de información. El soporte físico de esa información es el papel y
las tintas empleadas en la impresión, pero la información reside en la
secuencia de signos que llamamos texto. Se han ideado otros muchos métodos de
almacenar y transmitir información, pero en todos los casos el principio básico
es el mismo: la diversidad de configuraciones que pueden adoptar los elementos
de un conjunto típico o alfabeto. En algunos casos, como en el de las imágenes
de una pantalla de televisión, cuyos elementos son puntos apagados o
encendidos, dichas configuraciones son bidimensionales; aunque también las
hojas de este escrito tienen dos dimensiones, sí quisiéramos podríamos escribir
el texto como un larguísimo
renglón
unidimensional: una
secuencia lineal y aperiódica de signos constituye el tipo más simple posible
de mensaje. Tenemos como ejemplo el sistema Morse, que solo utiliza dos
determinantes, el punto y la raya, o el sistema Braille, que utiliza la presencia
o ausencia de puntos táctiles sobre una estructura de seis puntos, como en el
dominó, y que se pueden representar sesenta y cuatro determinantes.
Aquí he tallado unas esculturas con el
hexagrama Wei-chi que se encuentra en el Pilar.
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