En
la Biblia se lee: «Mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros
caminos son mis caminos» (Isaías 55,8). Así el «Camino» (derekh) se convirtió en una de las palabras preferidas
por los exegetas judíos centrada en el cumplimiento de la ley.
“Mi pueblo está enfermo por su deslealtad.
Ellos rechazaron los dones de Mi
Camino, porque confiaron en su
camino, no en el Mío, haciendo tratos con su mente; pero ahora la hora
ha llegado, la hora de Mi Santo Camino, para glorificar el Cuerpo de Mi Hijo”.
Según
el pensamiento chino tradicional, el camino que conduce a una meta se
corresponde con el orden universal, la ley eterna y el sentido del ser. Este
sentido es el que responde a las posibles traducciones de la palabra tao:
cauce, camino, sendero, curso de la cosas, orden, ley, sentido. En el lenguaje
cotidiano chino el «camino» se dice lu y se describe mediante la combinación de
los signos «pie» y «cualquiera», mientras que para el tao, que se encuentra por
encima del mundo humano, se
emplean los signos de «cabeza» y «marchar».
En
Confucio el tao es la ley, por la que el cielo mantiene dentro del orden la
naturaleza y la vida humana. Cuando la vida y conducta del hombre corresponde
al tao, está en armonía con la ley universal y eterna. Lao Tsé emplea el tao como expresión
del fundamento del ser, como la realidad última y misteriosa, el punto de
arranque y meta última de todos los caminos.
En
el primitivo pensamiento griego aparece la imagen de los dos caminos, y por vez
primera en el poeta Hesíodo enjuiciando el binomio antitético del bien y del
mal:
“Los vicios te los puedes
procurar en cantidades y sin ningún esfuerzo.
Su camino es corto y siempre
quedan cerca de uno
Pero delante de la virtud
los dioses inmortales han puesto el sudor.
Largo y empinado es el
camino
que conduce al caminante
hasta la misma”.
La
letra Y era para los pitagóricos el signo de la discriminación y de la
elección. Las dos astas de la Y evocan las dos
enseñanzas posibles contenidas en la misma letra: la vía de la izquierda o sentido
siniestro; es la vía ancha por la que muchos se pierden. La otra, la de la
derecha, es estrecha y espinosa, por ella unos pocos se salvan.
Esta letra Y, cuyas dos astas, una hacia
la derecha y otra hacia la izquierda, simbolizan la discriminación lógica.
En
la Odisea, un Ulises que decía llamarse “Nadie” decide, junto a sus compañeros,
clavarle en el único ojo al cíclope, la estaca que habían confeccionado en
forma de Y.
El
propósito de Pitágoras, que vivió en Crotona, en Italia meridional, y que fundó
una sociedad filosófica, fue el reconducir a los hombres del camino ancho, por
el que camina la multitud, al sendero estrecho y abrupto de la forma de vida
que él tenía por buena. Para sus seguidores, los pitagóricos, el ypsilon
pitagórico, la llamada Y de Samos,
se convirtió en un símbolo que expresa la idea de la bivias, del Bien y del
Mal, en forma de un árbol con dos ramas en Y. Esto es así porque tras un primer
trayecto común empezando por el arranque después se bifurca en el camino ancho
del vicio (kakia) y en el estrecho de la virtud (arete).
Sobre
esto recordemos el mito de Heracles en la encrucijada. Se cuenta que dos mujeres
intentaban seducir al joven héroe:
una, dotada de una belleza sencilla y auténtica, le prometía el camino fatigoso
de la virtud, mientras que la otra,
bella por el maquillaje, le ofrecía una vida en la riqueza y el placer. Las dos mujeres
representaban respectivamente la virtud y el vicio. Y el joven Heracles supo
cuál de los caminos había de recorrer.
En
las diferentes tradiciones
aparece con distintas maneras la
imagen del camino. San Agustín definió al hombre como homo viator, cual
caminante y peregrino en marcha hacia el otro mundo. Todo camino tiene un final
y reconduce a la infinitud espacial y temporal.
Para
las religiones hinduistas el camino de la salvación (marga) es siempre un
camino espiritual hacia la reunificación del yo individual (jiva) con el ser
divino universal (atman), el cual se identifica a su vez con el absoluto eterno
(Brahma).
Ese «Camino» o Derekh aparece en el Nuevo Testamento con la
característica dual o camino
bifurcado. Así la imagen de los dos caminos reaparece en el sermón de la
montaña (Mateo 7,13s): «Ancha es la
puerta y ancho el camino que conduce a la perdición, y son muchos los que
marchan por él. Pero es angosta la puerta y estrecho el sendero que conduce a
la vida, y son pocos los que lo encuentran.»
En Jesucristo es Dios mismo el
que ha venido hasta nosotros para mostrarnos el camino de la salvación. Punto
culminante del simbolismo del camino en la Biblia es la autoafirmación de
Jesús. «Yo soy el camino, la verdad y la
vida. Nadie llega al Padre sino por mí» (Juan 14,6).
Intentaré
recoger entre las diversas tradiciones la imagen de este símbolo que me intrigó
al verlo en el escudo del Arzobispo Tomás
Crespo de Agüero. Este a partir del año 1727 dio especial impulso
a la construcción de la capilla de San Juan Bautista en El Pilar.
En
muchos textos del Nuevo Testamento era representado un árbol con dos
ramas. Estos también se
encontrarán en el arte románico o en el gótico. Como ya hemos dicho, en la Y se
pueden explicitar los dos caminos, estableciendo una desigualdad, una asimetría
entre las ramas, la una más larga que la otra, alusión a las palabras de Cristo
sobre la puerta estrecha o el camino angosto. En Lucas 13, 24-30, sólo se
menciona la puerta estrecha: «Luchad por entrar por la puerta estrecha, porque,
os digo, muchos pretenderán entrar y no podrán...
En la emblemática de los
siglos XVI-XVII el motivo de los
dos caminos se representa también con la Y el camino estrecho conduce a la recompensa de la corona, el
camino ancho y malo termina en el fuego atormentador.
El
viaje empieza ya aquí y ahora, y para todos los peregrinos vale la palabra de
Cervantes: «El camino es siempre mejor
que la posada». El camino entendido como una ascensión o subida conduce
siempre desde las tinieblas inferiores a la luz superior.
El
camino a Dios es un camino hacia la fuente (origen) y la luz (el cielo).
Cualesquiera sean los símbolos visibles -escala, escalera, monte, torre-, el
camino hacia Dios es siempre una ascensión (ascensus); pero, bien mirado, sólo
es posible echando una ojeada a las estaciones del camino de la pasión, del
camino que desciende hasta las profundidades del
sufrimiento en la cruz (descensus) La ascensión humana en el fondo no es otra
cosa que «la inversión de la bajada divina; la encarnación de Dios en Cristo es
el modelo y fundamento que hace posible que los hombres puedan llegar a ser
dioses. Sólo quien se abate hasta el polvo de la tierra puede volver a subir
hasta los astros del cielo.
la
"Bivias" o doble camino. Las personas de corazón puro tomarán el
camino de la derecha, mientras que los impuros irán por el de la izquierda. en
la parte izquierda el difunto será empalado, golpeado, quemado, aplastado y
beberá aguas estancadas. Así podrá volver al camino de la derecha, donde deberá
apaciguar a un perro y un cuervo, probar que no ha comido carne de ningún
animal sagrado y finalmente se reunirá con una oruga, símbolo de la primera
experiencia sexual. A partir de ahí podrá reunirse con sus antepasados.
El
alma llega a un camino que se bifurca; el lado derecho es para aquellos que se
portaron bien durante su vida, el izquierdo, para los que hicieron muchas cosas
malas y para los mexicanos. Aquellos que toman el ultimo camino son castigados
y purificados de muchas maneras: sumergidos en aguas hirvientes o quemados en
el fuego; ya sean hombres o mujeres tienen que cargar todos los genitales de
las personas con las que cometieron adulterio; hay que cruzar entre montañas y
rocas que chocan. Después de esto pueden regresar y pasar al camino del lado
derecho.
Pintura
huichol con una representación del juicio. Las almas que llegan a una higuera
se desprenden de sus ataduras sexuales, en forma de vaginas y penes de sus
parejas anteriores. A cambio reciben los frutos de la inmortalidad. Después del
banquete de higos, maiz, cerveza y peyote se baila alrededor del dios Sol
Tatevari "Nuestro Gran Abuelo Fuego".
Cuando
termina de pasar todas las pruebas, el difunto llega a donde están otros
muertos y antepasados suyos esperándolo con alegría. Alrededor de un árbol
hacen una fiesta en la que todos bailan y toman mucho tejuino.
Cuando
ya están todos borrachos, el mara'akame aprovecha para acercarse y atrapar al
muerto, el cual esta tan divertido que no quiere regresar. De cualquier modo el
mara'akame lo arrastra ayudado de un espíritu, y entre ambos lo llevan hasta su
familia, que lo esta esperando con comida, tabaco y todo lo que le gustaba al
difunto.
Los
familiares lloran y lo saludan. Después de un tiempo, el muerto y la familia
lloran y se despiden, porque ha llegado el tiempo de la ultima partida. De
cualquier forma, los vivos no pierden contacto con el muerto, ya sea porque
este vuelva después de cinco años convertido en cristal de roca, o porque
permanezca en el rancho de los muertos; los familiares siempre podrán entrar al
ririki para adorarlo y dirigirse
a él.